La ciencia
dedicada al estudio de las formas del relieve terrestre se
denomina Geomorfología.
Dejando
al margen los procesos tectónicos responsables de la
configuración actual de los continentes y océanos,
de las grandes cordilleras, etc., el paisaje procede de la
interacción entre el clima (del cual dependen los agentes
de la erosión como los glaciares, los ríos o
el viento) y las rocas. Tanto los agentes de la erosión
como los diferentes tipos de rocas imprimen en el paisaje
huellas que son fáciles de reconocer.
Los paisajes
de las rocas ígneas plutónicas están
caracterizados por la existencia de grandes masas irregulares
de rocas cristalinas divididas por múltiples fracturas
(diaclasas) a partir de las cuales las rocas se desgastan
originando bloques de formas redondeadas.
Los paisajes
de las rocas ígneas volcánicas son inconfundibles
debido a los edificios volcánicos, las coladas de lava,
los grandes espesores de cenizas o las acumulaciones de escorias.
Los paisajes
de rocas metamórficas pueden
ser bastante variados. Algunas rocas como las cuarcitas y
los gneises son muy resistentes a los procesos erosivos originando
resaltes en el paisaje. Otras como las pizarras suelen originar
relieves suaves con lomas convexas.
Los paisajes
de rocas sedimentarias son reconocibles por la estratificación
de las capas, que pueden disponerse horizontales, inclinadas
o replegadas. Las rocas detríticas son poco
coherentes por lo que, en líneas generales, dan lugar
a relieves bajos.
Respecto
a las rocas sedimentarias bioquímicas, son muy
interesantes y comunes los paisajes de rocas calizas que están
caracterizados por la estratificación de sus capas
y por sus abundantes huellas de disolución. Las formas
de "muela" y "mesa" son debidas a una disposición horizontal
de los estratos de calizas.
En las
cinco galerías fotográficas de este apartado
del programa adjuntamos una serie de ejemplos que permiten
iniciarnos en el estudio de la influencia de las rocas en
el paisaje.
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