2.1.3. Descripción de lugares. ESO

 

            Del mismo modo que en la pintura el paisaje constituye uno de los temas preferidos, en literatura lo encontramos frecuentemente descrito. Generalmente sirve de marco a la acción de los personajes, que deben encuadrarse en un espacio urbano o rural, interior o exterior en el que los vemos actuar; así la descripción de lugares, la topografía, desempeña un papel importante en la estructura de la obra narrativa, como vimos en el apartado correspondiente al espacio narrativo. Comencemos con la descripción del prado donde Bilbo Bolsón va a dar una fiesta para celebrar sus ciento once años.

 

  Una mañana, los hobbits despertaron y vieron que el prado del sur junto a la puerta principal de Bilbo estaba cubierto con cuerdas y estacas para tiendas y pabellones. Se había abierto una entrada especial en el barranco que daba al camino, y se habían construido allí unos escalones anchos y una gran puerta blanca. Las tres familias hobbits de Bolsón de Tirada, el terreno lindero, estaban muy interesadas y eran envidiadas por todos. El Tío Gamyi hasta dejó de aparentar que trabajaba en el jardín.

  Los pabellones comenzaron a elevarse. Había uno particularmente amplio, tan grande que el árbol que crecía en el terreno cabía dentro, y se erguía orgullosamente a un lado, a la cabecera de la mesa principal. Se colgaron linternas de todas las ramas. Algo aún más promisorio para la mentalidad hobbit: se levantó una enorme cocina al aire libre, en la esquina norte del campo. Un ejército de cocineros procedentes de todas las posadas y casas de comidas de muchas millas a la redonda, llegó a ayudar a los enanos y a todos los curiosos personajes que estaban acuartelados en Bolsón Cerrado. La excitación llegó a su punto culminante.

  De pronto el cielo se nubló. Esto ocurrió el miércoles, víspera de la fiesta. La ansiedad era intensa. Amaneció el esperado jueves 22 de setiembre. El sol se levantó, las nubes desaparecieron, se enarbolaron las banderas y la diversión comenzó.

 

J.R.R. Tolkien, El señor de los anillos

 

 

            En esta descripción la mirada se posa en un lugar amplio y se destaca la animación, los cambios que suponen los preparativos de la gran fiesta de cumpleaños, fiesta que va a suponer el arranque de la gran aventura.

 

            Pero también puede el paisaje cobrar relevancia o cargarse de contenidos simbólicos como sucede en este texto de Unamuno en el que se destaca la sequedad, la orgullosa pobreza de Castilla, tema tan frecuente en los autores del 98.

 

  Recórrense a veces leguas y más leguas desiertas, sin divisar apenas más que la llanura inacabable donde verdea el trigo o amarillea el rastrojo, alguna procesión monótona y grave de pardas encinas, de verde severo y perenne, que pasan lentamente espaciadas, o de tristes pinos que levantan sus cabezas uniformes. De cuando en cuando, a la orilla de algún pobre regato medio seco o de un río claro, unos pocos álamos, que en la soledad infinita adquieren vida intensa y profunda. De ordinario anuncian estos álamos al hombre: hay por allí algún pueblo, tendido en la llanura al sol, tostado por este y curtido por el hielo, de adobes muy a menudo, dibujando en el azul del cielo la silueta de su campanario. En el fondo se ve muchas veces el espinazo de la sierra y, al acercarse a ella, no montañas redondas en forma de borona, verdes y frescas, cuajadas de arbolado, donde salpiquen al vencido helecho la flor amarilla de la árgoma y la roja del brezo. Son estribaciones huesosas y descarnadas peñas erizadas de riscos, colinas recortadas que ponen al desnudo las capas de terreno resquebrajado de sed, cubiertos cuando más de pobres hierbas, donde sólo levantan cabeza el cardo rudo y la retama desnuda y olorosa.

 

            Pero no solo la naturaleza, los espacios al aire libre son objeto de la descripción; la topografía puede referirse a lugares cerrados, como este salón que aparece en La Regenta de Clarín.

 

  Se cenó allí. En el salón amarillo […]. Las sillas estaban en desorden; sobre la alfombra yacían dos o tres libros, pedazos de papel, barro del Vivero, hojas de flores, y una rota begonia, como un pedazo de brocado viejo. Parecía el salón fatigado. Las figuras de los cromos finos y provocativos de la Marquesa reían con sus posturas de falsa gracia violentas y amaneradas. Todo era allí ausencia de honestidad; los muebles sin orden, en posturas inusitadas, parecían amotinados, amenazando contar a los sordos lo que sabían y callaban tantos años hacía. El sofá de ancho asiento amarillo, más prudente y con más experiencia que todos, callaba conservando su puesto.


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