En la leyenda de la antigua ciudad de Napiniaca se cuenta que entre los acajay hubo un alfarero muy famoso de nombre Ocomo. Su especialidad era la elaboración de vasijas. Estas vasijas las utilizaban los sacerdotes de los diferentes pueblos de la región para la realización de ceremonias rituales. A los sacerdotes de cada pueblo les gustaba que las vasijas fueran de un tamaño específico. En algunos pueblos les gustaba que fueran más altas y en otros, más bajas. Como en aquel entonces poca gente, afuera de Napiniaca, sabía utilizar las varas y los caimos para medir, a Ocomo le hacían los pedidos con el uso de listones. A Ocomo le hacían pedidos de todos los pueblos que estaban en las proximidades de Napiniaca y también de muchos que estaban lejos. Todos los días llegaban a su alfarería varios mensajeros con listones de diversos tamaños. En cuanto llegaba un listón, Ocomo lo medía con su vara y sus caimos. Después escribía en una hoja el nombre del pueblo del que venía el listón y cuánto medía. El escribir las medidas le facilitaba el trabajo, porque eran muchos los listones que llegaban y era fácil que se le revolvieran. Por ejemplo, cuando el sacerdote del pueblo de Acami necesitó una vasija, cortó un listón para que su tamaño fuera exactamente de la altura de la vasija que quería. El listón se lo mandó a Ocomo para que éste supiera de qué altura exactamente debía ser la vasija. Ocomo notó que había más de
una forma de medir cada listón. Por
ejemplo, un listón que medía 2 varas
también medía 4 oticaimos (o sea, 4
palitos de 1
2 Ocomo se dio cuenta de que éste era un problema muy complicado, que sería importante compartir con los otros acajay. Así que, una vez más, el Consejo fue convocado y se ocupó de discutir y reflexionar sobre el importante tema de la medición. Así se dice que sucedieron las cosas en la antigua ciudad de Napiniaca, cuna de hombres y mujeres sabios llamados acajay.
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