-Estamos hartas de esperar aquí- la muchacha pelirroja.
-Sí, menudo rollo- su compañera de acera, una chica con la cara llena de pecas.
-Pues esto no puede seguir así. Se acabó. ¡¿Quién se viene conmigo?! - de repente la pelirroja.
-Eso, vámonos y que le zurzan- la tercera jovencita levantándose y limpiándose los pantalones.
-¡Eso, eso, que le zurzan! Que ya está bien, llevamos tres cuartos de hora esperando aquí sentadas- la pelirroja con mucho énfasis, levantándose también.
Pero en ese momento dobló la esquina un chico alto, rubio y de ojos azules. Pasó junto a ellas, que se quedaron en silencio, mirando. Luego la pelirroja, recuperando el aliento a sus compañeras que ya podían irse si querían.