Érase una viejecita
Érase una viejecita sin nadita que comer. Sino carnes, frutas, dulces, tartas, huevos, pan y pez. Siempre tuvo chocolate, leche, vino, te y café; y la pobre no encontraba qué comer ni qué beber. Apetito nunca tuvo acabando de comer, ni gozó salud completa cuando no se hallaba bien. Se murió de mal de arrugas más encorvada que un tres, y jamás volvió a quejarse ni de hambre ni de sed. Rafael Pombo
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