GRILLO GÓMEZ
(Representado
con títeres en la Universidad de Morón,
Buenos Aires, 2001)
Hacía tiempo que Grillo Gómez estaba
solo, en medio de
su pequeña zanja, tocando y tocando ¡Cri-cri!...¡Cri-cri!
sus canciones, sentado en el mismo junco de siempre.
Vivía muy triste, porque era maestro de música y en
ese
lugar no había a quién enseñarle y, por
lo tanto, se
aburría todos los días.
De
noche miraba el cielo, buscaba una estrella y jugaba
a que ella le
cantaba ¡Chis-chis!...
¡Chis-chis! cada vez
que titilaba; entonces él la acompañaba ¡Cri-cri!...¡Cri-cri!
Y así,
hasta
quedarse dormido.
Hasta que una madrugada, mientras todo era silencio, una
lluvia
suave, suave, comenzó a caer.
Y cayó tanta, tanta
agua durante horas, que la zanja creció
como un río.
Grillo Gómez se despertó por el frío y descubrió que estaba
completamente mojado.
Asustado, se abrazó a
su junco, que se agitaba sin cesar.
De pronto, sobre el agua, vió
encenderse y apagarse un
faro amarillo... Trepó hasta la hoja más
alta y miró con
atención.
- ¿Quién anda ahí? –gritó.
Nadando a toda velocidad, dos renacuajos empujaban
–uno de cada
lado- una hoja seca sobre la
cual iba sentada
una luciérnaga que cada vez que movía las alas
parecía un
relámpago.
-¡No
se asuste, maestro! –dijo una voz ronca- Somos los
hermanos Rena;
más rápidos que un
delfín, más fuertes
que una ballena.
-¿Y
qué llevan ahí? ¿Una lámpara?
-¡Noooooo...!
–contestó el otro renacuajo, atando ya el cabo
de la hoja al junco-.
Es nuestra amiga
Lucía; nos conocimos en el viaje: a ella la
trajo el viento y a
nosotros, el oleaje.
Lucía batió las alas y de su vientre diminuto salió una luz
brillante que significaba “Buenas noches”.
-Nosotros, atentamente, lo escuchamos día a día desde la
zanja de
enfrente –agregó el renacuajo.
-¡Gracias! –exclamó
Gómez, entusiasmado-. ¿Por qué no se
quedan hasta que aclare?
¡Es
muy peligroso que sigan adelante!.
Contentos por la
invitación, los visitantes se quedaron.
A la mañana siguiente,
el sol asomó su cabezota colorada
sobre el horizonte y el agua
empezó a bajar.
La
corriente había dejado sobre la orilla un montón de
palillos, una
botella gigante de plástico, media nuez vacía
y un
periódico desteñido.
Los
primeros en abrir los ojos fueron los hermanos Rena,
que golpearon
apenas la hoja para que
Lucía se despertara.
Luego, Grillo Gómez bajó de su refugio, a darles los buenos días.
-¡Hola, amigos! ¿Durmieron bien?
-¡Sí, maestro! –contestó, desperezándose, un renacuajo- Su
almohada
de junco es muy cómoda.
-Y
su zanja es más tranquila que una linterna sin pila –bostezó
el
otro.
También Lucía dijo algo con su luz, pero como ya era de día,
ninguno
la pudo ver.
-Bueno, Gómez...Todo está muy lindo, el peligro pasó, pero
tenemos
que irnos -agradecieron
amablemente los renacuajos.
Grillo Gómez, con la
mirada triste (porque nuevamente se
quedaría solo), les ayudó a
desatar
la
hoja de su junco y
antes que partieran les tocó sus más hermosas
melodías.
Al terminar, los
hermanos Rena palmearon a rabiar el agua con
sus colas, manitas y
patitas y Lucía abrió y cerró las alas
como
diez veces.
De repente, uno de los
renacuajos se llevó una mano al mentón y
se quedó pensando un rato.
Después le dijo algo
al oído a su hermano y éste a Lucía.
-¿Estarían todos de acuerdo? -preguntó, en tanto que Grillo
Gómez,
intrigado, enfundaba
su instrumento-.
-
Maestro: ¿qué tiene que hacer aquí?
Gómez, sin levantar la vista, habló melancólicamente.
-Éste es mi lugar... es aquí donde tengo que estar...
-¡Pero si aquí nadie lo escucha! –replicó el renacuajo, confun-
dido-
¿No le gustaría tocar en otras
zanjas, conocer otro
sendero, que lo aplauda mucha gente y, además, ganar dinero...?
-Y... sí, pero no me puedo ir de aquí... Aparte, no sé si a los
demás
les gustará lo que toco...
si no me dará
vergüenza... si...
Entonces, antes que Grillo Gómez siguiera lamentándose, los
hermanos
se sumergieron y al
rato aparecieron con
una nuez
partida al medio que habían visto cerca de allí.
-
Maestro –se acercó a hablarle casi al oído un renacuajo-: use
la
imaginación. Lo más bello
que hay es poder darle
a los demás
lo que uno sabe hacer. Estoy seguro que con la idea que tengo,
usted va a
ser más feliz que ahora y podrá vivir haciendo su
música a toda
hora...
¿Y
saben como termina esta historia?
Todas las noches, los hermanos Rena pasean –uno de cada lado-
su
cascarón de nuez, como
si
fuera una góndola. Y dentro de
ella, iluminado por el farolillo de
Lucía, Grillo Gómez da
conciertos y serenatas a los
enamorados que quieren salir
a navegar.
Y
algunas veces, cuando hay luna llena –si uno se fija bien,
pero
bien- se puede ver a las parejas de hormigas o de
escarabajos,
haciendo fila para comprar sus boletos y
dar
una vuelta en góndola,
al
romántico compás del ¡Cri-cri!... ¡Cri-cri! de Grillo Gómez.
Y
como dirían los hermanos Rena:
Si quieres cumplir tu sueño,
toca
y toca tu canción:
sólo hay que poner empeño
¡y
seguir al corazón!
©
Carlos
Marianidis
Premio
Casa de las Américas – Literatura Infantil y Juvenil
La Habana,
2002
Actividades de comprensión lectora
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