se levanta
como un rayo
con su
cresta colorada,
en menos
que canta un gallo.
Y con su
quiquiriquí
se
desmayan las gallinas
por acullá
y por aquí.
El gallo
malayo juega
con un pañuelo
de tul
a la
gallinita ciega
con una
gallina azul.
Por este
gallo tan bello
la gallina
pierde el seso,
la cabeza
y el resuello.
Y suspira
la gallina:
-Yo es que
a este gallo lo adoro.-
Y en
cualquier rincón o esquina
pone sus
huevos de oro.
Gallea el
gallo derecho,
pone la
cresta muy tiesa,
infla
pluma y saca pecho.
Pasa el
gallo saleroso,
todo el
corral cacarea:
-Que siga
usted tan hermoso.
-Gracias,
y usted que lo vea.
Carmen Gil