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Felipe II nació el 21 de Mayo de 1.527, tres décadas después del descubrimiento de América. Asumió el trono español tras la abdicación de Carlos I en 1556.

El monarca se preocupó por mantener y proteger su Imperio y una prueba de ello fueron los matrimonios que contrajo. Se casó por primera vez con María de Portugal y a la muerte de ésta, con María I Tudor, reina de Inglaterra. Su tercer matrimonio fue con la francesa Isabel de Valois y quedando de nuevo viudo sin herederos varones se casó por cuarta vez con su sobrina Ana de Austria quien dio a luz al que sería el sucesor al trono español, Felipe III.

La única vez que vistió una armadura, por la batalla de San Quintín, Felipe II hizo el siguiente comentario: “¿Es posible que de esto gustase tanto mi padre?”

El monasterio de El Escorial fue mandado construir por este rey, a propósito de la victoria de San Quintín, contra las tropas francesas.

Otra batalla importante de esta época fue la de Lepanto, en ella participó Miguel de Cervantes Saavedra y España derrotó a las tropas turcas.

Felipe II consiguió un gran triunfo político al unificar la península ibérica con la anexión de Portugal y sus dominios. Completó, por tanto, la obra unificadora comenzada por los Reyes Católicos. Sin embargo, las crisis económicas eran constantes a pesar de la masiva entrada de plata americana, que se consumía casi inmediatamente en el mantenimiento de las ambiciosas campañas en defensa de la fe católica, circunstancia que sentó las bases de la posterior decadencia española. El enfrentamiento con Inglaterra terminó en 1588 con el desastre de la Armada Invencible, expedición con la que pretendía ocupar la isla. Esta derrota naval señala el principio del fin de la hegemonía española en Europa.

Felipe II llegó a ser el monarca más poderoso de su tiempo: sus dominios, en total una quinta parte de la Europa occidental, se extendían desde España, Sicilia y los Países Bajos hasta América y las Filipinas, archipiélago del Pacífico sur que debe a él su nombre.

La unidad religiosa estuvo muy presente en todos los aspectos de la vida de Felipe II, unidad de una fe que se veía amenazada por las incursiones berberiscas y turcas en las costas mediterráneas. Para hacer frente al Imperio Otomano se constituyó la llamada Liga Santa integrada por una serie de estados como Venecia, Génova y el Papado.