En la Edad Media, los torneos
eran combates a caballo entre caballeros armados con lanzas que se enfrentaban
a lo largo de diferentes rondas: los torneos medievales gozaron de gran
aceptación entre el público. Solían convocarse en los alrededores
de los castillos, en los cuales se habilitaba un gran óvalo cercado
en el que trascurría la liza, y se construían unas gradas
para el público asistente, que se decoraban con elegancia y lujo,
pues solían ocuparlas altos cargos de la jerarquía nobiliaria,
emperadores y reyes. Para el pueblo llano se construían también
gradas, pero sin la decoración y el lujo de las anteriores. Los
pueblos y villas de los alrededores se engalanaban para la ocasión,
pues debían ofrecer alojamiento a los ilustres participantes. Tras esta lucha a caballo, se iniciaba la confrontación a pie para la que se utilizaban las mazas y espadas romas. La última parte del espectáculo consistía en una lucha masiva a caballo, para la cual se dividía a los participantes en dos grupos que luchaban hasta que el rey de armas daba la señal de detenerse. A pesar de que las armas que se empleaban
estaban especialmente realizadas para no causar daños, era muy
frecuente que éstos se produjesen; en numerosas ocasiones llegaba
a perecer alguno de los caballeros participantes. Por este motivo, tanto
la Iglesia como las distintos países tomaron cartas en el asunto,
y aunque no llegaron a prohibirlos, trataron de conseguir el juramento
de los participantes |