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Por aquellos tiempos, el mundo
explorado limitaba por el nordeste en el Caúcaso y por Occidente
a lo que los griegos llamaron Iberia: un terreno poblado por una serie
de pueblos independientes aunque parte de la misma etnia.
Más allá, las Columnas
de Hércules, paso del Mediterráneo al gran mar...
y al fin del mundo. A pesar de la enorme diversidad de culturas, reinos,
lenguas y tribus que poblaban la Los íberos fueron, por lo tanto, un grupo de pueblos que habitaron el sur y el este de la península Ibérica entre los siglos VI a.C. y II a.C. y que, pese a su diversidad, manifestaron características comunes, probablemente como consecuencia de su prolongado contacto con los pueblos comerciantes del Mediterráneo. Desde un punto de vista histórico,
la evolución de los íberos se puede dividir en tres etapas:
su llegada e instalación (antes del siglo V a.C.), la consolidación
y organización en grupos independientes (siglos V-III a.C.), y
la romanizaci Los íberos conocieron el surgimiento de la ciudad y la escritura, comerciaron con fenicios, griegos y cartagineses, de los que adquirieron productos de lujo bellamente decorados. Su tierra fue también escenario de guerras y conquistas, primero por los cartagineses y, por fin, por los romanos, que acabaron imponiendo su lengua y su cultura. Con la presencia romana, el mundo íbero acabó transformándose en una región más del Imperio. Los íberos crearon un mundo de imágenes de una gran variedad y riqueza. Para representar tanto a los hombres y los dioses como a los animales y los monstruos que poblaban su imaginación utilizaron la piedra o la arcilla cocida y trabajaron metales como el bronce, el hierro, la plata y el oro. Encontramos sus imágenes en sus poblados y, sobre todo, en los santuarios y necrópolis. La Dama de Elche es un ejemplo excepcional de escultura íbera. Es un busto con influencias del arcaísmo griego y el arte púnico que representa a una sacerdotisa de carácter funerario. Resalta la ornamentación de su tocado con dos rodetes a ambos lados del rostro.
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