«A fin de cuentas todo es un chiste»
Charles Chaplin, «Charlot»
Era tan delgado, tan delgado, que se hizo un traje de mil rayas y le sobraron novecientas noventa y nueve.
Era tan delgado, tan delgado, que cuando se duchaba no se frotaba mucho para no desaparecer.
Era tan delgado, tan delgado, que trabajaba limpiando mangueras por dentro.
Era tan distraído, tan distraído, que se pasó dos horas delante del espejo pensando dónde había visto antes aquella cara.
Era tan entrometido, tan entrometido, que no sólo leía las cartas ajenas, además las contestaba.
Era una escuela tan pobre, tan pobre, que el maestro tenia que poner los alumnos.
Era una familia tan numerosa, tan numerosa, que la cigüeña vivía con ellos.
Era una familia tan pobre, tan pobre, que por no tener no tenían ni hambre.
Era tan fea, tan fea, que la atropelló un coche y quedó mejor.
Era tan fea, tan fea que mandó su foto por correo y la detectó el antivirus.
Era tan fea, tan fea, que su marido se la llevaba a todas partes para no tener que darle un beso de despedida.
Era tan feo, tan feo, que no podía dormir porque cuando venía el sueño lo espantaba.
Era tan feo, tan feo, que cuando entraba en un banco desconectaban las cámaras de vigilancia.
Era tan feo, tan feo, que se ganaba la vida asustando niños.
Era tan feo, tan feo, que asustaba hasta los ciegos.
Era tan feo, tan feo, que cuando iba al zoo tenía que comprar dos entradas, una para entrar y otra para salir.
Era tan feo, tan feo, que fue a comprar una careta y le dieron sólo la goma.
Era tan fuerte, tan fuerte, que se pasaba el día doblando las esquinas.
Era un futbolista tan malo, tan malo, que la única vez que metió un gol lo falló en la repetición.
Era tan gafe, tan gafe, que se sentó en un pajar y se clavó una aguja.
Era tan gafe, tan gafe, que le atropelló un coche que estaba aparcado.
Era tan gafe, tan gafe, que jugando a las cartas se pinchó con el as de espadas.
Era tan goloso, tan goloso, que entró en una pastelería, se le hizo la boca agua y se ahogó.
Era tan gorda, tan gorda, que se hizo un vestido de flores y acabó con la primavera.
Era tan gorda, tan gorda, que cuando se subía a un barco se convertía en submarino.
Era tan gordo, tan gordo, que cuando se pesaba de la báscula salía una tarjeta que decía: «por
favor,
suban de uno en uno».
Era tan gordo, tan gordo, que cuando tomaba un taxi, su ángel de la guarda tenía que viajar en otro.
Era un hospital con las habitaciones tan pequeñas, tan pequeñas, que los enfermos tenían que sacar la lengua en el pasillo.
Era tan ignorante, tan ignorante, que para mantener España limpìa quiso quitar La Mancha.
Era un ladrón, tan tonto, tan tonto, que cuando robaba una tienda se llevaba los maniquíes para no dejar testigos.
Tenía la lengua tan larga, tan larga, que los que pasaban a su lado se la pisaban.