«A fin de cuentas todo es un chiste»
Charles Chaplin, «Charlot»
Era tan lento, tan lento, que cuando tiraba una moneda al aire caía al día siguiente.
Era tan lento, tan lento, que compitió en una carrera como único participante y llegó el último.
Era tan lento, tan lento, que iba a cazar caracoles y se le escapaban de las manos.
Era un libro tan corto, tan corto, que el título incluía el nudo y el desenlace.
Era tan limpia, tan limpia, que se volvió transparente.
Era tan limpio, tan limpio que liaba los cigarrillos con papel higiénico.
Era un lobo tan daltónico, tan daltónico, que cuando veía a Caperucita Roja le decía: «hola Caperucita Verde».
Era una madre tan dulce, tan dulce, que todos sus hijos eran diabéticos.
Era tan madrugador, tan madrugador, que por las mañanas se levantaba antes de que pusieran las calles.
Era un manzano tan alto, tan alto, que si se caía alguna manzana llegaba al suelo podrida.
Era un mar tan salado, tan salado, que en vez de dar olas, daba ¡olés!
Era un médico tan tonto, tan tonto, que a los enfermos con paro cardiaco los apuntaba en la oficina de desempleo.
Era tan mentiroso, tan mentiroso, que cuando llamaba a su perro para darle de comer no se lo creía.
Tenía una mirada tan penetrante, tan penetrante, que donde fijaba la vista quedaba una señal.
Era un niño tan delgado, tan delgado, que aunque iba al colegio le ponían falta.
Era un niño tan feo, tan feo, que cuando jugaban al escondite nadie le buscaba.
Era un niño tan pelota, tan pelota, que iba botando a la escuela.
Era un niño tan tonto, tan tonto, que lo llevaron al cine y exclamó: «¡qué
televisión
más grande!»
Era tan optimista, tan optimista, que puso un negocio de venta de hielo en el Polo Norte.
Era tan parlanchina, tan parlanchina, que no se pintaba los labios sino los codos.
Era tan patoso, tan patoso, que en su tiempo libre se dedicaba a hacer el ganso.
Era tan pequeña, tan pequeña, que en lugar de dar a luz, dio chispitas.
Era tan pequeño, tan pequeño, que se encontró una canica y exclamó: «¡el
mundo
en
mis manos!».
Era tan pequeño, tan pequeño, que en lugar de viajar en «metro»
viajaba en milímetro.
Era tan pequeño, tan pequeño, que se ahogó en la sopa.
Era un perro tan flaco, tan flaco, que cuando subía una cuesta se le salía el collar por el rabo.
Era tan pesimista, tan pesimista, que cuando se declaró a su novia le preguntó: «¿quieres ser mi viuda?»
Tenía las pestañas tan largas, tan largas, que cuando parpadeaba abanicaba.
Tenía los pies tan grandes, tan grandes, que era más alto acostado que de pie.
Tenía los pies tan pequeños, tan pequeños, que jugaba al fútbol con una canica.
Era un piragüista tan precavido, tan precavido, que se hizo operar de cataratas.