Del latín (plural) «errata» = cosas erradas.
Equivocación material cometida en lo impreso o manuscrito.
Alfonso Reyes definió la errata como «especie de viciosa flora microbiana siempre tan reacia a todos los tratamientos de la desinfección» y Ramón Gómez de la Serna como «microbio de origen desconocido y de picadura irreparable».
El infante Juan Manuel en el Anteprólogo de su «Libro del Conde Lucanor et de Patronio» además de explicar las erratas «porque las letras semejan unas a otras, cuidando por la una letra que es otra, en escriviéndolo, múdasse toda la razón et por aventura confóndesse» ruega a sus lectores que si encuentran algún yerro o palabra mal puesta en sus libros, no le responsabilicen a él:
«Et porque don Johan vio et sabe que en los libros contesçe muchos yerros en los trasladar, porque las letras semejan unas a otras, cuidando por la una letra que es otra, en escriviéndolo, múdasse toda la razón et por aventura confóndesse, et los que después fallan aquello escripto ponen la culpa al que fizo el libro; et porque don Johan se reçeló desto, ruega a los que leyeren cualquier libro que fuere trasladado del que él compuso, o de los libros que él fizo, que si fallaren alguna palabra mal puesta, que non pongan la culpa a él, fasta que bean el libro mismo que don Johan fizo, que es emendado, en muchos logares, de su letra».
Alfonso Sastre
Escritores dolientes, padecemos
esta grave epidemia de la errata.
La que no nos malhiere es que nos mata
y a veces lo que vemos no creemos.
Tontos del culo todos parecemos
ante el culto lector que nos maldice:
«Este escritor no sabe lo que dice»,
y nos trata de gilis o de memos.
Los reyes de Rubén se hicieron rayos.
Subrayé, más no vino la cursiva.
Donde pido mejores van mujeres.
Padecemos, leyéndonos, desmayos.
El alma queda muerta, más que viva
pues de erratas te matan o te mueres.
Estrambote:
Con sólo cinco erratas y un desliz
en mi soneto, sería yo feliz.
Emilio Frugoni
Es un duende maligno y solapado. Salta
en medio de las frases que el ingenio combina,
y con una terrible voluntad asesina,
hunde en plena belleza el puñal de una falta.
La construcción magnífica del pensador asalta.
Al globo del estilo clava traidora espina.
Y en el concierto mágico del verbo desafina
emitiendo su nota perturbadora y alta.
El incansable artífice, a golpes de martillo
y de cincel ilustra su castillo encantado,
y él de un papirotazo desbarata el castillo.
En el cáliz del numen su ponzoña deslíe,
y en el templo de Apolo, tras el dios colocado,
con una mueca infame, grotescamente, ríe.
Las erratas son las últimas que abandonan el barco.
Manuel Seco
Hay que tener cuidado con los libros de salud; podemos morir por culpa de una errata.
Mark Twain