Erase una vez una niña llamada Luci que, como todos los días, iba feliz con su amiga a su colegio. De camino al colegio decidieron pararse a jugar en un bosque cercano.
Fue grande su sorpresa y miedo cuando vieron, al lado de un árbol, una bichita muy chiquitita, muy chiquitita. Martita, la amiga de Luci, fue directa a pisarla pero Luci se lo impidió diciendo:
- Ni se mata, ni se hace daño, lo que voy a hacer es meterla en una caja de plumas.
Metió a la bichita en la caja y la tuvo todo el día en el colegio sin decir nada a nadie; pero cuando llegó a su casa, se lo contó a su madre. Su madre, al enterarse, exclamó:
- ¡Que asco! Dámela que la tire.
- No mamá, -dijo Luci- que yo la quiero.
- Bueno, la echaremos de comer.-concluyó su madre.
La bichita crecía tanto que ya no cabía en la caja de plumas así que no tuvieron más remedio que buscarle otra mayor. Pasaron los meses y la bichita se puso más grande de la cuenta, y la madre de Luci empezaba a estar un poco harta. La madre, a regañadientes, accedió a meterla en una tinaja de vino vacía pero avisó a Luci de que como creciera más tendrían que deshacerse de ella.
La bichita no paraba de crecer y tal era su tamaño que se salía solita de la tinaja y andaba sola por la casa. La madre de Luci, desesperada, dijo a su hija:
- Mira Luci, la bichita ya es muy grande y nos da mucho miedo a todos.
Y la niña preguntó entonces:
- ¿Y qué vamos a hacer?, porque yo no la mato.
La madre y el padre decidieron llevarla al río y dejarla en libertad. Todos los días Luci iba a visitar a su bichita pero un día pasó algo inesperado...
Un día, que estaba lloviendo mucho, Luci se escurrió y cayó en las zarzas venenosas del río. Luci, asustada y aturdida por el golpe, apenas podía moverse.
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