Erase una vez una casa, que tenía una bodega de vino y en ella había un ratón que siempre iba de tinaja en tinaja; entonces el amo pensó en traer un gato para que lo cazara.
El gato siempre iba detrás del ratón y no lograba cogerlo, porque era muy listo. Pero un día en un descuido, el ratón se cayó en la tinaja.
Cuando se vió perdido, le dijo muy suavemente al gato que lo sacara, ya que si se ahogaba no se lo iba a poder comer ya que sabría mucho a vino.
El gato, convencido, lo sacó de la tinaja, pero cuando se disponía a comérselo el ratón le volvió a decir que si lo secaba estaría más sabroso.
El gato que de tanta hambre se relamía, se dejó convencer por las razones del ratón y decidió secarle.
Cuando el ratón estaba seco, aprovechando un descuido del gato, se escapó y se metió en el agujero.
El gato, indignado porque se había dejado tomar el pelo, casi con lágrimas en los ojos, se asomó al agujero y le dijo al ratón:
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