Erase una vez, en una pequeña dehesa manchega, un pájaro de patas finas y largas como el trigo: el alcarabán. En su plumaje se mezclaban diferentes tonos malbas en los que destacaban dos grandes ojos dorados que recordaban al mismo sol.
Un buen día de verano, y como era costumbre, nuestro amigo, el alcarabán gustó de darle los buenos días al sol subido en un majano. Desgraciadamente ese día le hizo coincidir con otro habitante de estos parajes...
Viejo cazador de bigotes largos y lomo colorado que le hacía camuflarse entre las tierras rojizas de la llanura.
Era un zorro muy respetado y temido ya que entre su dieta se encontraba gran cantidad de animales que poblaban la ya mencionada dehesa.
Astuto y calculador zorro, decidió hacer un pequeño hueco donde esconderse en el majano y esperar así un nuevo amanecer para atrapar y hacer parte de su desayuno a nuestro amigo "el alcarabán".
Dicho y hecho, el Sr Zorro movió unas piedras y haciendo un hueco se escondió y pasó la noche esperando la llegada del pobre Alcarabán.
Minutos antes del alba el Alcarabán despertó y acicalando sus plumas, voló hacia el majano, dispuesto a comenzar un nuevo día. El Sr. Zorro le vió llegar y aguantando la respiración esperó hasta que el Alcarabán se sitúo en lo alto del majano.
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