Actividad 16

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InstruccionesPara hacer esquemas hay que saber reconocer palabras clave y saber imaginar lo que cada palabra representa. Ahora continúa con la historia que dejaste en los ejercicios anteriores.

(Después de buscar a la reina en un albergue, seguirla a través de un bosque de robles, llega hasta un castillo próximo ...)

«No hay otro más hermoso en el mundo. Lo defienden un foso de agua profunda y altos muros. En su interior no se ve a nadie. Por el puente levadizo entran en una gran sala, en la que hay una mesa amplia y larga, con hermosos manteles. Los platos están servidos; las velas de los candelabros, encendidas, y las dos jarras de vino, llenas. Como no hay criados, el caballero desciende del caballo, se quita el escudo y deja la lanza. Ella, sin esperar a que la ayude, baja de su montura y corre a la sala contigua, de donde trae un manto escarlata que le pone a él sobre los hombros, y le dice:

-Amigo, lavad vuestras manos, sentaos y comed tanto como os plazca.

Entonces se sientan, comen y beben para gran alegría de la doncella. Y, cuando ya han terminado la cena, ella le dice al caballero:

-Ahora os ruego, señor, que salgáis fuera y aguardéis allí a que yo me desvista y me acueste.

Entonces él sale fuera y se demora largo tiempo. Cuando vuelve a la sala, no encuentra allí a su amiga y se dice: "La buscaré hasta encontrarla, cueste lo que cueste." Y, al entrar en una cámara, oye los gritos de la doncella. Corre hacia el lugar de donde éstos proceden y, al acercarse a una habitación, ve cómo un caballero ha derribado a la doncella en la cama, después de desnudarla. Y ella grita:

-iAy! iAy! Venid, caballero, en mi ayuda, porque este que aquí veis quiere ultrajarme. La escena le produce gran vergüenza y pesar al caballero. Pero a la entrada del dormitorio hay dos caballeros bien armados, con las espadas desnudas, y dentro cuatro lacayos, cada uno con un hacha en la mano, dispuestos a partir por la mitad al que se acerque.

El caballero queda pensativo: ¿Qué podré hacer, Dios mío? Si dejo que la cobardía se adueñe de mi corazón, no lograré el rescate de mi reina Ginebra. Quedaré deshonrado, si no entro en seguida a salvar a esta doncella.

El caballero asoma la cabeza por la puerta y en seguida caen sobre él las espadas. Pero se retira tan aprisa, que los dos caballeros no pueden detener su ímpetu y las espadas chocan contra el suelo, haciéndose pedazos. Penetra el caballero en el dormitorio, salta en medio de los dos primeros lacayos y de un golpe derriba a uno y con los puños y brazos abate al segundo. El tercero des- carga sobre él un hachazo, pero no atina. En cambio, el cuarto le rasga con el hacha la capa y le hiere en el hombro, de modo que su camisa y su blanca carne quedan teñidas con la sangre. Sin embargo, él no se detiene ni se queja de la herida. Corre a grandes saltos, agarra por la cabeza al que quiere forzar a la doncella y le pone en pie. Pero en este momento el tercer lacayo, que había fallado su golpe, corre hacia él con el hacha en alto. El caballero, para defenderse, pone por delante al rufián que quería mancillar a la doncella, y el lacayo, de un hachazo, le corta el cuello, quedando separada la cabeza del cuerpo.

El caballero se apodera del hacha, y en seguida ha de defenderse de los otros tres felones que con sus hachas le atacan. Corre a parapetarse entre la cama y la pared, y les grita:

-¡Venid los tres contra mí! ¡Aunque fuerais veintisiete no os temería ni rehusaría aceptar vuestro reto!

La doncella grita entonces:

-Nada temáis, caballero, mientras yo esté presente.

Manda a los caballeros y lacayos que se retiren, y le dice a su invitado:

-Señor, habéis defendido mi honor contra mis propios servidores. He querido poneros a prueba para conocer vuestro valor. Ahora, venid conmigo.»


TROYES, Chrétien de: Lanzarote del Lago. Editorial Lumen. Barcelona, 1984.