La
isla bonita
La
Palma, la más occidental de las Canarias, la
más verde y la más variada, es, sin
embargo, una tremenda desconocida para el
conjunto de los españoles. Los canarios, por
lo general bastante competitivos a la hora de
hablar de sus respectivas islas, coinciden en
piropearla y la definen como la isla
bonita.
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A la
isla se llega por transbordador o por avión a la
capital: Santa Cruz de la Palma. Su puerto fue el
tercero en importancia del Imperio español, tras
Amberes y Sevilla, y se nota: son impresionantes
sus edificios de estilo colonial en piedra con
balconadas de madera. Santa
Cruz es el centro de comunicaciones de la isla.
Hacia el Norte están los barrancos, las
carreteras de arena, los almendros; hacia el Sur,
los volcanes; por el centro, las montañas.
Vayamos por el centro primero.
La ruta conduce a los prósperos valles
centrales, donde están los pueblos de El Paso y
Los Llanos de Aridane. Subiendo por una carretera
llena de curvas, se llega la llamado túnel
del tiempo, que atraviesa las montañas. El
nombre es perfecto: resulta impresionante entrar
por un lado del túnel en medio de una fuerte
llovizna y salir al otro lado con un sol
resplandeciente.
Mientras se avanza hacia los
pueblos, muy diferentes de los peninsulares, sin
plazas ni centros fijos, aparece La Cumbrecita,
punto clave de la isla porque es una de las
entradas a la Caldera de Taburiente. La Caldera
es parque nacional, y consiste en un gigantesco
cráter volcánico de unos 10 kilómetros de
diámetro. Atravesarlo es una auténtica y
apasionante aventura para todos los amantes de la
naturaleza, una aventura que requiere valor y
equilibrio, ya que hay que ir recorriendo una
estrecha cornisa recortada sobre un terrible
precipicio.
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