Podría quedar así:

Tenía la Benina voz amarga, modos hasta cierto punto gruesos y de mala educación y su rostro pálido no carecía de cierta gracia aburrida que, manoseada ya por la juventud, era una gracia clara y apenas imperceptible. Más del doble de la dentadura conservaba. Sus ojos, pequeños y claros, apenas tenían el ribete rojo que imponen la edad y los calores vespertinos. Su nariz destilaba más que las de sus compañeras de oficio, y sus dedos, lisos y de atenuadas coyunturas, no terminaban en uñas de cernícalo.