Posible solución:
Medina, 9 de septiembre de 1380
Ayer me ocurrió algo realmente maravilloso. Por la mañana acudí como invitado al torneo del castillo del conde de Verlán.
Al llegar, saludé al conde y a su corte, que estaban en un balcón. Mi oxidada armadura crujía con gran estrépito. Todos empezaron a reír a carcajadas. Avergonzado, me alejé de ellos. Pronto sonaron las trompetas y llegaron los participantes. Iban montados en magníficos caballos y sus armaduras relumbraban al sol.
Cuando todos estaban en sus puestos, apareció una dama montada en una yegua blanca. Con el brillo de las armaduras, su yegua se espantó y la dama perdió el control del animal.
Esperé a su paso y con gran destreza logré detener a la desbocada yegua. La dama me dirigió una mirada llena de gratitud, admiración y dulzura.
Más tarde, el conde se acercó a mí y me agradeció el haber salvado a su hija.
-Has sido valiente y decidido en tu gesto- dijo el conde-. Si ella accede, podrás casarte con mi hija.