En 1870, el buque británico «Challenger» comenzó la exploración sistemática del fondo Atlántico. Para medir su profundidad, utilizaban una enorme sonda, que era un cable de 6 kilómetros de largo con un peso en su extremo. La introducían en el agua hasta que tocara fondo y luego medían la longitud sumergida. Pero el procedimiento resultaba enormemente lento y laborioso.