MUJER, MACHISMO Y DEPORTE |
Ana Buñuel Heras
Los estereotipos sociales tradicionalmente ligados a la feminidad, como la pasividad y la sumisión, junto a unas diferencias biológicas mal interpretadas siguen limitando la actividad físico-deportiva de las mujeres. Ellas practican menos deportes y con menos frecuencia que los hombres, inclinándose además por la natación, el tenis y la gimnasia, como prácticas que no contradicen el modelo femenino tradicional.
Nuestra cultura occidental ha defendido hasta hace bien poco tiempo que las mujeres no sólo eran diferentes a los hombres, sino inferiores. Los estereotipos tradicionalmente ligados a la feminidad (pasividad, sensibilidad, sumisión) y a la masculinidad (actividad, dureza, agresividad) siguen estando vigentes en cierta medida y han ejercido una fuerte influencia en el ámbito del deporte. Las diferencias biológicas mal interpretadas, o intencionadamente interpretadas, han sustentado normas de comportamiento que han supuesto para las mujeres una importante limitación del conocimiento y uso del propio cuerpo, así como han limitado su actividad físico-deportiva.
Como señala J. Hargreaves, la hegemonía masculina en el deporte es más resistente al cambio que cualquier otra área de la cultura. El modelos deportivo dominante sigue siendo el modelo "instrumental", donde la racionalidad preside el proceso de mejora continua, bajo el conocido principio de citius, altius, fortius; el cuerpo es un mero instrumento de consecución de metas, de batir récords, sin tener en consideración sus emociones, sentimientos, esperanzas, ansiedades y recuerdos.
Así, el deporte es el ámbito social perfecto para escenificar la identidad masculina: agresión y rivalidad bajo unas determinadas reglas, una violencia admitida dentro del juego de Klein.
El deporte moderno ha sido desde su orígenes (en la Inglaterra del siglo XIX) un ámbito de hombres y para hombres. Las mujeres se han ido incorporando a medida que han accedido a otros espacios y actividades públicas, pero siempre bajo la amenaza del listón masculino que las ha situado por debajo de la marca.
Las interpretaciones más radicales sobre el machismo en el deporte lo definen como una expresión del sentimiento de inferioridad de los hombres frente a las mujeres, necesitando competir entre ellos y demostrar quién es el mejor para compensar su falta de autoconfianza. Las bases del machismo en le deporte se sustentan en la idea de que si existe una ámbito en el que no existen dudas sobre las diferencias biológicas entre hombres y mujeres (y sobre la superioridad masculina), ése es el deportivo. En una sociedad donde las mujeres reivindican y consiguen incorporarse a muchos ámbitos en igualdad de condiciones, el mundo deportivo permanece como reducto de difícil acceso, sustentando en la diferencia biológica.
El deporte, como conducta corporal y social aprendida, juega un papel central en la construcción y consolidación de la jerarquía existente entre los géneros, porque está estrechamente asociada con lo natural, con lo "obvio" Messner.
La identidad masculina y femenina se conforman socialmente aprendiendo pautas de comportamiento desde la más temprana infancia ("jugar con muñecas es de niñas", "los niños son más brutos"...), y en este proceso los aprendizajes motores y de utilización y percepción del propio cuerpo forman parte muy importante ("niña no te muevas tanto"...).
Preferencias femeninas
Así pues, no es de extrañar que las mujeres prefieran mayoritariamente actividades físico-deportivas elegantes, graciosas, que estén de acuerdo con el modelo femenino socialmente aceptado y personalmente interiorizado. Según un estudio sobre comportamiento deportivo de las mujeres españolas, realizado por la profesora Benilde Vázquez, las mujeres consideran que son la natación (45%), el tenis (39%) y la gimnasia (38%) los tres deportes más apropiados para ellas, mientras que los que consideran menos apropiados son el fútbol (para el 46%), el boxeo (40%) y el rugby (13%).
Es la trasnochada cultura machista la que desarrolló ciertos mitos asociados al deporte y las mujeres, y que, en cierta forma, siguen funcionando en nuestro inconsciente colectivo.
Según Eitzen y Sage, estos mitos han mantenido apartadas a la gran mayoría de las mujeres de la mayor parte de los deportes. En España, durante el período franquista fueron argumentos ampliamente utilizados para evitar la práctica de los deportes más "masculinos" por parte de las mujeres.
El primero de ellos, la masculinización a través del deporte, no se sustenta en nada más que en la aceptación del modelo cultural tradicional que asocia lo masculino con fortaleza y lo femenino con fragilidad. Hoy no puede asociarse musculación exclusivamente con lo masculino, ya que se ha extendido la imagen de la mujer musculada como una opción más. El segundo mito señala que el deporte es perjudicial para la salud de la mujer. Hoy en día lo que se defiende es que el deporte es beneficioso tanto para hombres como para mujeres practicado moderadamente, y que comienza a resultar peligroso cuando se sobrepasan ciertos límites. El tercero de los mitos se refiere a que las mujeres no son “buenas” para el deporte. Este mito se ha ido derribando progresivamente a medida que las mujeres han ido introduciéndose en los diferentes deportes. Destacando y consiguiendo medallas y premios en deportes como: gimnasia rítmica, vela, judo, ciclismo, esquí, tenis, natación, atletismo, hípica, tiro olímpico, gimnasia artística...
La diferente participación deportiva en España, entre hombres y mujeres, ha sido analizada en varios estudios. De forma sintética podemos señalar que las mujeres españolas prefieren practicar actividades físico-deportivas como la natación, el tenis y la gimnasia, es decir, deportes que no contradicen el modelo femenino tradicional, como hemos visto; por otra parte, practican menos deportes y con menor frecuencia que los hombres, así como asisten en menor medida a espectáculos deportivos. También su actividad deportiva se relaciona con la de sus hijos en mayor medida que la de los hombres.
Ausencia deportiva de las mujeres
Podemos hablar de varias explicaciones para esta ausencia deportiva de las mujeres. Por una parte, el rechazo a unas prácticas que no coinciden con el modelo cultural femenino que todavía en nuestra sociedad: el ser una actividad "inventada" por y para hombres hay que someterse a las reglas y normas instauradas para poder participar. Por otra parte, no hay que olvidar que todavía hoy en día la mayoría de las tareas domésticas, así como el cuidado de las personas dependientes (niños, ancianos, enfermos) sigue recayendo en las mujeres, por lo que el tiempo libre de que disponen, además de escaso, está fragmentado, de forma que es bastante difícil practicar actividades como las deportivas que exigen un tiempo e infraestructura (transporte, tener con quién dejar a los niños...). Este mismo argumento puede explicar la escasa presencia de las mujeres en los puestos de dirección del deporte, ya que la labor directiva, al ser fundamentalmente voluntaria, se desarrolla en horarios de tarde-noche y en fines de semana.
En definitiva, el machismo en el deporte constriñes tanto a las mujeres como a los hombres. Cuando son éstos los que practican deportes que no coinciden con los masculinos, como la gimnasia, son vistos como afeminados y poco viriles y son socialmente penalizados. Por lo tanto, el machismo tradicional empobrece la práctica deportiva, impidiendo el desarrollo de todas las potencialidades humanas.
Es evidente que las diferencias biológicas existen, pero esto debe llevarnos a plantear que cada persona debe ser evaluada y considerada individualmente, teniendo en cuenta su sexo, edad y condición física, creando nuevas reglas que no tachen de inferior ni a mujeres un a hombres, sino diferentes.
El deporte de alta competición, son los Juegos Olímpicos como máximo exponente, está tan mediatizado por intereses económicos y políticos que se hace muy difícil introducir cualquier reflexión sobre nuevas reglas, aunque hemos visto recientemente en Atlanta cómo se han incorporado algunas novedades como el "softball" (deporte parecido al béisbol pero con diferentes dimensiones) y ha entrado por vez primera el fútbol practicado por mujeres (con un gran menosprecio informativo por parte de los medios de comunicación españoles).
No se trata de crear nuevos mitos de igualdad absoluta ignorante de las diferencias, pro éstas deben servir para enriquecer a las personas, permitiendo una elección más libre del tipo de actividad físico-deportiva que se desee practicar.
Es quizás en el deporte de tiempo libre donde la innovación tenga más posibilidades. La marcha o el paseo como actividad física, el baile, los deportes de riesgo y aventura, desarrollan nuevos valores como son la expresividad, la comunicación, el respeto a la naturaleza, el placer, sin marcas o listones que clasifiquen a las personas.
Puede que el enriquecimiento venga con el desarrollo de un nuevo modelo deportivo "expresivo", que no considera la actividad deportiva como un mero instrumento de obtención de marcas y premios, donde hay vencedores y vencidos, sino como un fin en sí misma, donde el conocimiento y disfrute del propio cuerpo, el placer del movimiento y de la cooperación jueguen un papel importante.
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