Desde la calle de la Aceña, Platero,
Moguer es otro pueblo. Allí empieza el barrio de los marineros. La
gente habla de otro modo, con términos marinos, con imágenes libres y
vistosas. Viste mejor los hombres, tienen cadenas pesadas y fuman
buenos cigarros y pipas largas. ¡Qué diferencia entre un hombre
sobrio, seco y sencillo de la Carretería, por ejemplo Raposo, y un
hombre alegre, moreno y rubio, Picón, tú lo conoces, de la calle de la
Ribera!.
Granadilla, la hija del sacristán de San
Francisco, es de la calle del Coral. Cuando viene algún día a casa,
deja la cocina vibrando de su viva charla gráfica. Las criadas, que
son una de la Friseta, otra del Monturrio, otra de los Hornos, la oyen
embobadas.
Cuenta de Cádiz, de Tarifa y de la
Isla; habla de tabaco de contrabando, de telas de Inglaterra, de
medidas de seda, de plata, de oro... Luego sale taconeando y
contoneándose, ceñida su figulina ligera y rizada en el fino pañuelo
negro de espuma...
Las criadas se quedan comentando sus
palabras de colores. Veo a Montemayor mirando una escama de pescado
contra el sol, tapado el ojo, izquierdo con la mano... Cuando le
preguntó qué hace, que es la Virgen del Carmen, que se ve, bajo el
arco iris, con su manto abierto y bordado, el la escama, la Virgen del
Carmen, la Patrona de los marineros, que es verdad, que se lo ha dicho
Granadilla... |