Basta con mirar a
nuestro alrededor para encontrarnos todo tipo de estructuras. Algunas de
ellas son creadas por la naturaleza
y por tanto las denominamos estructuras naturales.
El esqueleto de
un ser vertebrado, las formaciones
pétreas, el caparazón de un
animal o la estructura de un árbol son algunos ejemplos de este tipo de
estructura.
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Otras han sido diseñadas y
construidas por el hombre para satisfacer sus necesidades a lo largo de su
evolución, las llamaremos estructuras
artificiales. Los ejemplos más usuales de este tipo de estructuras son los
puentes y edificios, pero las podemos encontrar en la mayoría de los objetos
realizados por el hombre.
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Desde los puentes romanos de
piedra hasta los largos puentes colgantes; desde los primeros poblados hasta los
grandes rascacielos, los avances tecnológicos y la utilización de nuevos
materiales van posibilitando al hombre la construcción de estructuras cada vez
más resistentes y ligeras.
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A la hora de diseñar una estructura esta
debe de cumplir tres propiedades principales: ser resistente, rígida y estable.
Resistente para que soporte sin romperse el efecto de las fuerzas a las que se encuentra sometida, rígida para
que lo haga sin deformarse y estable para
que se mantenga en equilibrio sin volcarse ni caerse.
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