4.1. Exposición. Características generales. ESO
Como hemos dicho, el fin del texto expositivo es la transmisión de unos conocimientos desde el emisor al receptor; lo que importa, pues, es la información, no la figura del emisor. El texto expositivo es objetivo –al menos esta es su apariencia, el emisor puede intentar engañar al receptor– y no se encuentran referencias al emisor. Lo que importa es lo que se explica, no la personalidad o los sentimientos de quien lo hace.
La siguiente característica del texto expositivo debe ser la claridad, ya que se busca la comprensión por parte del receptor; este debe alcanzar el contenido de lo expuesto mediante una estructura ordenada y un léxico adecuado y preciso que evite la confusión. Sería absurdo un texto expositivo en el que el autor se preocupara más por la belleza del mismo que por su claridad.
En los textos expositivos es fundamental el tipo de público al que vayan dirigidos; si es a un público amplio hablamos de un texto divulgativo y si se trata de un público más reducido, con conocimientos mayores del tema expuesto, hablamos de un texto especializado.
* En la modalidad divulgativa el autor informa clara y objetivamente a un público amplio sobre un tema de interés general. Para llegar a este público el texto debe ser claro y no utilizar un léxico excesivamente especializado; además, y como apoyo a las ideas expuestas, se suelen emplear ejemplos, casos concretos que demuestren lo afirmado…
Desde el punto de vista científico, el extremeño más importante de la primera mitad del siglo XVI es Pedro Cieza de León.
A pesar de que hay algunas dudas sobre el año de nacimiento, Pedro Cieza de León parece que nació en 1520 en Llerena. Toda su familia era de la citada localidad pacense, familia de comerciantes y escribanos que se desplazó a la capital hispalense movida por el atractivo que la misma tenía en las primeras décadas del siglo XVI.
El destino del adolescente, recién llegado a la ciudad del Guadalquivir, no era caminar infatigablemente por el territorio suramericano sino el comercio y la administración. Además, es muy probable que la cultura de este “aventurero” fuera de índole autodidacta ya que sabiendo que no frecuentó ningún centro docente superior, su obra contiene citas, más que de un erudito, de alguien interesado en las diferentes facetas del conocimiento.
La corta vida del cronista extremeño puede ser dividida en tres etapas: infancia y adolescencia (entre 1520 y 1535); la etapa americana, de estudio y observación (periodo comprendido entre 1535 y 1550); la tercera etapa es muy breve, transcurre en la Península (1550-1554).
Vemos pues, que casi la mitad de su existencia la dedica al estudio y observación de los territorios suramericanos.
Francisco Teixidó Gómez, Científicos extremeños
* En los textos especializados al dirigirse a un publico con una mayor nivel de conocimientos de los asuntos expuestos la dificultad es mayor –en muchos casos, para los no especialistas pueden llegar a ser incomprensibles–, el léxico más específico, con abundantes tecnicismos y, en muchas materias, se emplea simbología propia –fórmulas, signos…–.
Como ejemplo podríamos elegir textos muy complejos, pero hemos optado por un fragmento que, aunque especializado, sea comprensible.
Derivados del lat. capitia son ‘cabeza’ y ‘cabezo’, ambos con valor oronímico. Estas formas designan una elevación pequeña, un cerro; no es aplicable aquí la definición que de ‘cabezo’ da el Diccionario de voces españolas geográficas: “La cima de los montecillos que se elevan en las sierras y montañas formando su cordillera”. Llorente, tras citar Cabezuela de Salvatierra, compara ‘cabezo,-a’ con ‘teso’ considerando más redondeado el primero y más plano el segundo. Hay numerosos ejemplos de topónimos de este tipo desde Aragón a Sevilla pasando por Ávila, y en Portugal es frecuente en sur y centro. En lo que respecta a nuestra provincia recogen topónimos así los trabajos sobre Fuente del Maestre y sobre Almendralejo; Miguel Becerra incluye ‘cabezo’ dentro del léxico de la agricultura de esta última población como ‘pequeña elevación del terreno’ más frecuente que ‘morro’. En nuestra comarca, la voz ‘cabezo, -a’, de significado semejante a ‘cerro’, tiene una presencia toponímica mucho menor, menos de una tercera parte, con treinta y un casos registrados frente a ciento quince de ‘cerro’; la mayoría son ejemplos de ‘cabeza’ y sólo en cuatro casos nos encontramos con ‘cabezo’
Antonio Mª Castaño Fernández, Los nombres de La Serena