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El envidioso

Hartzenbusch

 

Magnífico manzano

en el corral de un clérigo crecía.

Un vecino, de envidia se moría

viéndole tan fecundo y tan lozano:

él ni manzano ni corral tenía.

Y ya que de otro modo no supo

desfogar su encono fiero,

arrojaba al frutal desde un granero

el desperdicio de su casa todo,

haciendo del corral estercolero.

Bien ensució el ramaje;

mas la lluvia a su tiempo le limpiaba,

la tierra con la broza se abonaba,

y el resultado fue del ruin ultraje

que más fruto y mejor el árbol daba.

Más útil que nociva es

la gente mordaz que tanto abunda,

pues hace con su rabia furibunda

que el íntegro varón más cauto viva,

y más pronto a sus émulos confunda.

el cuadro del burroel arquitecto y el andamio

fábulas literarias

Mª Lourdes García Jiménez