Pintó el insigne Don Francisco Goya con tan rara verdad y valentía un burro dela casa en que vivía, que el cuadro borrical era una joya. Mister qué sé yo quién, inglés muy rico, veinte mil reales por el lienzo daba; Goya, que a la sazón necesitaba un estudio bien hecho de borrico, tenaz a enajenarlo se negaba. Oyendo al fin un día el asno vivo discutir el trato, exclamó sollozando de alegría: ¡Mil duros da el inglés por mi retrato! Por el original, ¿qué no daría? |
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