La verdad sospechosa Hartzenbusch |
Llevaban a enterrar dos granaderos al soldado andaluz Fermín Trigueros, embrollón sin igual, que de un balazo cayó sin menear ni pie ni brazo. -¡Hola, sepultureros! (les dijo un oficial), ¿murió ese tuno? -Murió, (contesta, de los dos, el uno). Aquí Trigueros en su acuerdo torna, y oyendo la expresión, dice con sorna: Lo que es por la presente, me figuro que vivo, mi teniente. A lo cual replicó su camarada: No dé usted a Fermín crédito en nada. Siempre embustero fue: su fin es cierto; pero aún miente el bribón después de muerto.
Quien falte a la verdad, con eso cuente: dirá que hay Dios, y le dirán que miente.
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