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Imperio Romano La corrupción de los gobernantes y de propia vida de la capital han conocido películas tan singulares como Satyricon de Fellini y el erótico Calígula, además de los títulos que repiten el nombre de la emperatriz Mesalina. La lucha por el poder aparece en dos obras (La caída del Imperio Romano y Gladiator) que se ocupan de los sucesos en torno al asesinato del emperador Marco Aurelio por su hijo Cómodo a finales del siglo II en el contexto de la presión de los pueblos del norte sobre las fronteras, cuestión ampliamente plasmada, y desarrollada a partir de la caída de Roma, en Atila, rey de los hunos, Hombre o diablo o La vendetta dei barbari que tiene su continuación con el reinado de Justiniano (siglo VI) en La invasión de los bárbaros y Teodora, emperatriz de Bizancio.
Una particular aproximación cinematográfica al Imperio Romano está constituida por las películas que recrean la historia de los primeros siglos del cristianismo en un desarrollo lógico de los filmes ambientados en el Nuevo Testamento donde se subrayan las persecuciones y el martirio. Más que en la Historia, el origen de estos filmes se sitúa en novelas decimonónicas como Quo vadis, Los últimos días de Pompeya, Fabiola y Ben-Hur que, como se sabe, han dado lugar a varias adaptaciones con esos títulos y con otros como La rebelión de los esclavos. Las persecuciones de Nerón aparecen en obras como Los diez gladiadores o El incendio de Roma. A ellas hay que sumar obras con el mismo propósito -cierta apología del cristianismo y, en ocasiones, de la libertad de conciencia frente al poder- como El signo de la cruz, La túnica sagrada y Demetrius y los gladiadores, que se han convertido en modelo de espectáculo hollywoodiense. |
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