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Estamos en internet; y cuando surgió, muchos soñaron con que habíamos creado un espacio, el espacio digital, que no tendría muros, que no habría posibilidad técnica para levantar prohibiciones, exclusiones. Después del 11 de septiembre de 2001 hemos podido presenciar el empeño -ya sin rebozo- de los poderes por alzar barreras a la libre circulación por la red.
A este lado de la pantalla, la burbuja de las sociedades favorecidas frena la entrada en ella de la pobreza construyendo muros legales, pero también de cemento y espino, como en la frontera de EE.UU. con México.
Y el mundo ha permanecido décadas del siglo XX dividido por el muro visible, hecho símbolo, de la ciudad de Berlín y por el telón de acero, aunque invisible, de una guerra fría sostenido por un armamento de destrucción planetaria.
Siglos y siglos las ciudades se han apretado tras unas murallas y unos fosos para protegerse de ataques, para defender los privilegios de sus ciudadanos y moradores, pero también para dejar extramuros a una parte de la población no deseada o no bien aceptada y considerada.
Y en el mundo rural medieval el poder se manifestaba por la altura de los muros de las fortalezas señoriales o eclesiásticas, a las que podrían acogerse los débiles a la hora frecuente de razias y saqueos.
Aun los imperios más poderosos de la Historia han tenido necesidad de elevar barreras, y no sólo de extenderse y de dominar. Los emperadores chinos, desde el siglo III antes de Cristo hasta el XVII, han estado levantando una gran muralla para defenderse de las incursiones de las estepas; una imponente muralla que, como un interminable pliegue que se superpone a los orográficos, recorre casi 3000 kilómetros.
Igual que el Imperio romano tuvo que construir el limes o muro de contención de las tribus bárbaras del norte a lo largo de los cursos del Rhin y del Danubio.
El rastro de los muros en la Historia, elevados por los hombres para separarse de otros hombres, nos lleva por Micenas, Troya... hasta la muralla de piedra de Jericó, en el valle bajo del Jordán, sobre el IX milenio a.c.
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