0. Formas del discurso. ESO

 

Tradicionalmente los textos en prosa se han clasificado en las llamadas formas del discurso: narración, descripción, exposición y argumentación. Esta división se basa en la intención que domine en cada una de ellas y, en consecuencia, en la distinta manera de organizar el texto. Veamos esas formas:

*Narración: se detallan conocimientos  reales o ficticios dispuestos en un tiempo y un espacio.

*Descripción: se evocan observaciones de la realidad.

*Exposición: se explican ordenadamente ideas y principios.

*Argumentación: se defiende una postura y se intenta convencer de ella al receptor.

            Narración y descripción son más características de la expresión literaria, mientras que la exposición y la argumentación suelen aparecer en textos científicos y humanísticos.

Además, a  estas cuatro formas del discurso hay que añadir el diálogo: se da en situaciones reales de comunicación, pero aquí nos interesa el que recoge en una narración u obra de teatro las palabras de los personajes, esto es, el diálogo literario.

Esta clasificación no quiere decir que los textos se den con una de esas formas exclusivamente, ya que en una composición encontramos mezcladas diferentes variedades: en un cuento, la narración debe combinarse con la descripción de ambientes y personajes que, además, pueden dialogar entre ellos; del mismo modo, cuando argumentamos necesitamos exponer nuestras ideas y muy probablemente describir situaciones o enunciar ejemplos de un modo narrativo. Veamos un ejemplo de texto en el que combinan varias formas del discurso:

 

LO QUE SUCEDIÓ A UN HONRADO LABRADOR CON SU HIJO.

 […]

Entonces el padre replicó de este modo:

–Hijo, piensa que cuando salimos de casa y veníamos a pie y traíamos la bestia sin carga ninguna, tú lo aprobaste. Cuando encontramos gentes en el camino que lo criticaron y yo te mandé montarte en la bestia y me quedé a pie, también lo aprobaste. Después tropezamos con otros hombres que dijeron que no estaba bien y, en vista de ello, te bajaste tú y me monté yo, y a ti también te pareció muy bien. Y porque los que luego encontramos nos lo criticaron, te mandé subir en la bestia conmigo; entonces dijiste que era esto mejor que el ir tú de pie y yo solo en la bestia. Ahora estos dicen que no hacemos bien en ir los dos montados y también lo apruebas. Pues nada de esto puedes negar, te ruego me digas qué es lo que podemos hacer que no sea criticado: ya nos criticaron ir los dos a pie, ir tú montado y yo a pie, y viceversa, y ahora nos critican el montar los dos. Fíjate bien que tenemos que hacer alguna de estas cosas, y que todas ellas las critican. Esto ha de servirte para aprender a conducirte en la vida, convenciéndote de que nunca harás nada que a todo el mundo le parezca bien, pues si haces una cosa buena, los malos, y además todos aquellos a quienes no beneficie, la criticarán, y si la haces mala, los buenos, que aman el bien no podrán aprobar lo que hayas hecho mal. Por tanto, si tú quieres hacer lo que más te convenga, haz lo que creas que te beneficia, con tal que no sea malo, y en ningún caso lo dejes de hacer por miedo al qué dirán, pues la verdad es que las gentes dicen lo primero que se les ocurre, sin pararse a pensar lo que nos conviene.

[…]

                Don Juan Manuel: El conde Lucanor

 

            El texto pertenece al ejemplo II de El Conde Lucanor. Lucanor ha pedido consejo a Patronio y este le ha contado la historia de lo que sucedió a un labrador con su hijo cuando se dirigían al mercado con “una bestia sin carga”. En el fragmento elegido el propio padre resume lo ocurrido hasta este momento: haciendo caso a los comentarios y críticas de la gente, han viajado sucesivamente de todas las maneras posibles: a pie, montados en la bestia o uno a pie y otro montado.

            El narrador de este relato (y de todos los del libro) es el consejero Patronio, siendo el Conde Lucanor su destinatario interno. Ambos conforman el marco narrativo que hilvana los sucesivos cuentos. Aquí podemos apreciar dos partes: la frase con que la que Patronio, narrador del ejemplo, introduce la larga exposición del padre, y el parlamento en estilo directo del padre, que consta de una narración resumida de lo que les ha ocurrido y de una exposición de la enseñanza que extrae de ello; también hay una breve descripción “traíamos la bestia sin carga ninguna”.

Podemos ver, pues, cómo en un pequeño fragmento de prosa han tenido cabida la narración, la exposición y la descripción.

 



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