3.1.2. Diálogo en el teatro. ESO

 

            En el  teatro hay que distinguir entre el momento de la representación y el texto escrito. En la representación los personajes aparecen hablando entre sí como si de una conversación real se tratara. Al no existir un narrador, el espectador ha de recibir toda la información a través del diálogo.

            En el texto teatral escrito encontramos dos tipos de discurso: las acotaciones y el diálogo de los personajes. El diálogo se caracteriza porque cada intervención aparece precedida del nombre del personaje. Las acotaciones son observaciones, indicaciones del autor sobre el vestuario, el ambiente, la forma de moverse de los personajes, el tono de voz, etc.

 

Tipología del diálogo teatral

 

            Según el número de personajes que dialoguen en la escena se pueden distinguir dos tipos de diálogo: monólogo y polílogo.

 

            El monólogo es el parlamento extenso de un personaje y no es imprescindible que esté solo en el escenario. Si la intervención es de un único personaje en escena, se denomina soliloquio.

 

            A continuación puedes leer el famoso monólogo de Hamlet en el acto III; como verás, en la escena lo acompaña Ofelia, sin embargo la extensión de su parlamento y la situación convierten su intervención en monólogo.

 

Escena IV

 

HAMLET, OFELIA

 

HAMLET.- Existir o no existir, esta es la cuestión. ¿Cuál es más digna acción del ánimo, sufrir los tiros penetrantes de la fortuna injusta, u oponer los brazos a este torrente de calamidades, y darlas fin con atrevida resistencia? Morir es dormir. ¿No más? ¿Y por un sueño, diremos, las aflicciones se acabaron y los dolores sin número, patrimonio de nuestra débil naturaleza?... Este es un término que deberíamos solicitar con ansia. Morir es dormir... y tal vez soñar. Sí, y ved aquí el grande obstáculo, porque el considerar qué sueños podrán ocurrir en el silencio del sepulcro, cuando hayamos abandonado este despojo mortal, es razón harto poderosa para detenernos. Esta es la consideración que hace nuestra infelicidad tan larga. ¿Quién, si esto no fuese, aguantaría la lentitud de los tribunales, la insolencia de los empleados, las tropelías que recibe pacífico el mérito de los hombres más indignos, las angustias de un mal pagado amor, las injurias y quebrantos de la edad, la violencia de los tiranos, el desprecio de los soberbios? Cuando el que esto sufre, pudiera procurar su quietud con sólo un puñal. ¿Quién podría tolerar tanta opresión, sudando, gimiendo bajo el peso de una vida molesta si no fuese que el temor de que existe alguna cosa más allá de la Muerte (aquel país desconocido de cuyos límites ningún caminante torna) nos embaraza en dudas y nos hace sufrir los males que nos cercan; antes que ir a buscar otros de que no tenemos seguro conocimiento? Esta previsión nos hace a todos cobardes, así la natural tintura del valor se debilita con los barnices pálidos de la prudencia, las empresas de mayor importancia por esta sola consideración mudan camino, no se ejecutan y se reducen a designios vanos. Pero... ¡la hermosa Ofelia! Graciosa niña, espero que mis defectos no serán olvidados en tus oraciones.

 

OFELIA.- ¿Cómo os habéis sentido, señor, en todos estos días?

 

HAMLET.- Muchas gracias. Bien.

 

OFELIA.- Conservo en mi poder algunas expresiones vuestras, que deseo restituiros mucho tiempo ha, y os pido que ahora las toméis.

 

HAMLET.- No, yo nunca te di nada.

 

OFELIA.- Bien sabéis, señor, que os digo verdad. Y con ellas me disteis palabras, de tan suave aliento compuestas que aumentaron con extremo su valor, pero ya disipado aquel perfume, recibidlas, que un alma generosa considera como viles los más opulentos dones, si llega a entibiarse el afecto de quien los dio. Vedlos aquí

 

HAMLET.- ¡Oh! ¡Oh! ¿Eres honesta?

 

OFELIA.- Señor...

 

HAMLET.- ¿Eres hermosa?

 

OFELIA.- ¿Qué pretendéis decir con eso?

 

HAMLET.- Que si eres honesta y hermosa, no debes consentir que tu honestidad trate con tu belleza.

 

[…]

                                                                                                              W.Shakespeare, Hamlet

 

 

            Cuando intervienen por lo menos dos personajes tenemos un polílogo.

 

El aparte puede ser de uno o de varios personajes; se da cuando uno de estos finge que los demás personajes en escena no se enteran de lo que dice. Fundamentalmente hay dos tipos de apartes. En el aparte a los espectadores el personaje se dirige de manera clara al público; en el aparte solitario no hay un destinatario concreto –evidentemente esto es una ficción, el fin último de toda intervención es comunicar algo a los espectadores.

 


Actividades recomendadas:     3.1.2. Diálogo en el teatro. Actividades