1.3. Elementos de la narración. ESO
1.3.1. Narrador/narratario. ESO
En
toda narración se da una relación entre “alguien que cuenta” y “alguien que
escucha o lee”. Esta relación se establece, pues, entre un narrador y un
narratario, elementos distintos al autor y al lector. Veamos en qué consisten
estos cuatro elementos.
La primera distinción que hay que establecer es entre autor y narrador. El narrador es quien cuenta el relato, es un personaje más creado por el autor.
NARRADOR. El narrador responde a la
pregunta ¿quién cuenta? Este narrador
(en primera, segunda o tercera persona) es un personaje más. Quien habla en el relato –el
narrador– no debe confundirse con quien escribe –el autor.
AUTOR. Se trata de la persona real,
física, que escribe una obra literaria.
La
falta de identidad entre autor y narrador es muy evidente cuando este es el
protagonista de la historia, como en el caso del siguiente texto de Elvira
Lindo en el que Manolito Gafotas cuenta las impresiones que produce en él y su
entorno la llegada de la novia nórdica de su tío:
–¿Qué
os parece mi novia?
–Muy
bien, pero no sabemos dónde la vamos a meter –le contestó mi abuelo.
De
momento la metimos en un taxi, se le subió un poco la falda y se veían los
pelos rubios, tan bonitos, en esas piernas tan grandes. Mi abuelo y yo fuimos
mirándola todo el camino. Yo tenía que acordarme de vez en cuando de tragar
saliva.
Los
tres días que han pasado en casa no hemos mirado otra cosa. Mi abuelo no ha
visto ni telenovelas. Mi madre empezó a ponerse de los nervios al segundo día,
no hacía más que poner pegas a la noruega por lo bajini, al oído de mi abuelo:
“Come estupendamente, pero la cocina ni la pisa”.
Al
de mi padre: “No me digas tú que está bonito que una mujer se deje los pelos”.
Al
de mi tío: “Estás como poseído, todo el día detrás de ella. Con lo grande que
es te dejará por otro tan grande como ella”.
A
mí: “No hace falta que la sigáis por toda la casa”.
Una
madre celosa puede ser terrible. Una madre celosa a la que nadie hace caso no
se la deseo a nadie. Mientras ella se pasaba el día protestando, yo pasé los
tres días más importantes de mi vida. La llevé por todo Carabanchel (Alto) y,
aunque ella no me entendía, le expliqué todos los secretos de mi barrio: el
parque del Ahorcado, la cárcel de Carabanchel (hasta le expliqué lo de los
presos en régimen abierto), los cuernos de chocolate que vende la Porfirio, las
tapas del Tropezón. En todas partes tenía éxito. Mi tía noruega fue un
acontecimiento que los vecinos de Carabanchel recordarán durante mucho tiempo.
Yo no volveré a verla hasta las próximas navidades.
Por
un lado, quiero que se acabe el verano, y por otro, queremos que vuelva. Qué
difícil es la vida. La última noche mi tío Nicolás me dijo que durmiera con
ellos en el sofá cama del salón. Ellos se reían mucho de tenerme en medio, y yo
estaba muy cortado. Yo le dije a mi tío: “Parece una sirena, pero muy grande,
del tamaño de una ballena”. Mi tío se lo dijo en osleño, en su idioma. Y mi
futura tía noruega se reía como una loca. Aquella noche soñé con sirenas
noruegas en el lago de la Casa de Campo. Debió de ser por eso por lo que pasó
lo que pasó. Ella me dijo que nunca se lo contaría a nadie. Mi tío me lo
tradujo. Ahora que tengo un secreto con una noruega ya no soy el mismo de
antes, soy el tío más importante que conozco. Aunque el secreto sea que… que…
me meé.
–Natural
–dijo mi tío Nicolás–, eso pasa siempre que uno sueña con sirenas.
Elvira Lindo, Manolito Gafotas
A
continuación te presentamos otros
textos para que compruebes cómo el narrador no se identifica con el autor.