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El temor difuso
a un suceso catastrófico se ha instalado en la mentalidad de
nuestra sociedad actual. En realidad, siempre el hombre ha tenido
esta sensación de vulnerabilidad y según los momentos históricos
se ha imaginado el espectro de la amenaza con un rostro u otro.
Quizá esta intranquilidad forme parte de la propia constitución
del ser humano, tan pequeño en un mundo tan grande, tan débil
ante los furores caprichosos de las fuerzas de la naturaleza.
Pero es que ahora, en una sociedad que ha desarrollado una poderosa
tecnología, el temor de una catástrofe ya no se funda en los
golpes inciertos de la naturaleza, sino en los errores de las
propias decisiones del hombre, cada vez más poderoso, y en los
fallos de sus realizaciones tecnológicas.
Las sociedades avanzadas viven en un entorno tecnológico que
está influyendo en todos los órdenes de esas sociedades, y afectando
tanto a las instituciones como a los individuos. Con la ciencia
y la tecnología el hombre consigue un control sobre la naturaleza
impensable hace poco tiempo: con la ciencia y la tecnología
se defiende del azote de la enfermedad, de las inclemencias
del tiempo, vence las distancias, transforma los productos naturales,
crea nuevos materiales... Pero al mismo tiempo que aumenta el
poder de la tecnología y la fiabilidad de su funcionamiento,
surge la constatación de que si bien los fallos y errores son
improbables, de suceder, tendrían unos efectos devastadores.
Por un lado, pues, hay mucho mayor control de las acciones del
hombre y del funcionamiento de las máquinas, lo que proporciona
seguridad, pero por otro, hay que aceptar que en el caso improbable
de fallo técnico o error humano los daños son altísimos.
No
es, por tanto, extraño que cuanto más avanzada sea una sociedad
con más claridad aparezca el fantasma de la catástrofe. El cine
de Hollywood, tan sensible a recoger en sus creaciones la mentalidad
norteamericana y eficaz para reflejarla y difundirla, venga
insistiendo en producciones catastrofistas. La mayor parte de
ellas absurdas, pero simbólicas como las pesadillas. |
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