El Mester de Juglaría

Teoría-Actividades


Teoría:

Las jarchas

En la Edad Media, a partir de los siglos VIII y IX, el castellano evolucionaba con rapidez. A pesar de que las personas cultas de la época seguían escribiendo en latín; porque consideraban al castellano como una lengua vulgar, sin valor; el pueblo sentía la necesidad de cantar en su propia lengua. Por esta razón, las primeras muestras de la literatura española son unas canciones muy breves llamadas jarchas.

Las jarchas han llegado hasta nosotros, porque algunos poetas árabes o hebreos se las habían oído a los cristianos que vivían en territorio árabe (mozárabes) y las insertaron en sus obras dejándolas en su lengua original llamada mozárabe.

JARCHA
¡Tant'amare, tant'amare,
habib, tant'amare!
Enfermiron uellos nidios
ya duelen tan male.
¡Tanto amar, tanto amar,
amado, tanto amar!
Enfermaron (mis) ojos refulgentes
duelen con mucho mal.

Los juglares

En el siglo XII aparece en la Península la literatura en lengua vulgar. Era una literatura de transmisión oral, no se escribía y consistía principalmente en poemas que narraban personas por las plazas y castillos de los pueblos a cambio de comida, ropa o dinero. Estas personas eran los juglares.

Los juglares sabían hacer otras cosas además de contar historias. Había saltimbanquis, equilibristas, bailarines y músicos; su misión era entretener a la gente.


El Mester de Juglaría

Mester significa oficio, por lo tanto Mester de Juglaría es el nombre que recibe el oficio propio de los juglares.También se llama Mester de Juglaría a la forma de componer y narrar historias los juglares, así como al conjunto de las obras que crearon.


Cantares de gesta

Las historias que contaban los juglares solían tratar de hazañas o gestas que había realizado algún héroe o guerrero popular. Estas historias están hechas en verso y se conocen como cantares de gesta.


Poema de Mío Cid

Rodrigo Díaz de Vivar nació en un pueblo de Burgos (Vivar) hacia el año 1040. Al morir el rey al que servía, Sancho de Castilla, en el cerco de Zamora, Rodrigo intentó vengar su muerte y cayó en desgracia ante el nuevo rey Alfonso VI de Castilla que lo desterró. Conquistó y gobernó la ciudad de Valencia hasta que murió en el año 1099. Sus restos fueron trasladados al monasterio de Cardeña (Burgos) y fue allí donde comenzaron a narrarse sus grandes hazañas.

En la obra, el Cid aparece idealizado y engrandecido para destacar su heroísmo. El Cid representa al héroe colectivo vencedor en mil batallas y siempre fiel a su rey a pesar de haber sido tratado injustamente. En el Poema, el Cid se nos presenta como un guerrero invencible; pero también como un personaje tierno y muy humano que ama a Dios, a los suyos y que valora la amistad y la fidelidad.

El Cid es el modelo de hombre medieval: lucha por su Dios, por su rey y por su fe contra los enemigos de su patria y su religión.

No se sabe con seguridad cuándo se compuso el Poema o Cantar de Mío Cid, ni quién fue su autor. Algunos investigadores creen que debió escribirse en el siglo XII, poco después de la muerte del Cid, cuando aún estaban recientes sus hazañas. Sus autores podrían ser dos juglares, uno de Medinaceli (Soria) y otro de San Esteban de Gormaz (Soria), puesto que en el poema se describen muy bien estos lugares. Otros investigadores creen que se escribió un poco más tarde, en el siglo XIII.

La copia que se conserva en la Biblioteca Nacional es un códice copiado por otro juglar llamado Per Abbat. Esta copia está incompleta; le falta una hoja en el comienzo y dos en el interior y parece haber sido realizada a principios del siglo XIV para recitarla por pueblos y castillos. Algunos consideran este códice como el original y a Per Abbat como el autor del Poema.

Recursos Ejemplos
El Poema está escrito en versos irregulares en
cuanto al número de sílabas, y con rima asonante.
Mío Cid Ruy Díaz / por Burgos entraba, 12 Sílabas
en su compañía / sesenta pendones llevaba. 15 Sílabas
Abundan las exclamaciones e invocaciones para
atraer la atención del público que escucha.
Habló Mío Cid / el que en buena hora ciñó espada.
-"¡Martín Antolínez / sois valiente lanza!
Si yo vivo / os he de doblar la soldada."
Uso de adjetivos y expresiones que ensalzan el
valor y la honra del héroe.
"Mío Cid Ruy Díaz / que en buena hora ciñó espada,
venció dos reyes de moros / en esta batalla;
soberana es señor, / su ganancia.

El Poema de Mío Cid cuenta las hazañas de Rodrigo Díaz de Vivar, el Cid Campeador. Consta de tres partes o cantares: el Cantar del destierro, el Cantar de la bodas y el Cantar de la afrenta de Corpes.

El Cid es acusado de falta de honradez por unos envidiosos y es desterrado de Castilla por el rey Alfonso VI. Sale de Vivar en compañía de su familia y sus fieles caballeros. A su paso por Burgos, todos salen a verlo porque sienten admiración; pero nadie se atreve a darle albergue, ya que el rey lo ha prohibido amenazando con fuertes castigos a quien ayudara al Campeador. El Cid se dirige al monasterio de San Pedro de Cardeña, donde se despide con gran dolor de su esposa doña Jimena y de sus dos hijas: doña Elvira y doña Sol.
Una vez fuera de Castilla y siempre
pensando en volver con honor a su tierra, el Cid emprende una serie de campañas militares contra árabes y contra cristianos, que le van a procurar fama, tierras y riquezas.

El Cid se dirige a Valencia, que estaba en poder de los moros, y logra conquistar la ciudad. Envía a su amigo y mano derecha Alvar Fáñez a la corte de Castilla con regalos para el rey, en señal de reconciliación para que le permita reunirse con su familia en Valencia. El rey accede a esta petición y levanta el castigo que pesaba sobre el Campeador y sus hombres. Se celebran grandes festejos para dar la bienvenida a la esposa y las hijas del Cid.
Mientras tanto, el rey de Marruecos manda un ejército para recuperar la ciudad. El Cid derrota a los moros y consigue mantener Valencia en su poder.
La fortuna del Cid hace que los infantes de Carrión pidan en matrimonio a doña Elvira y doña Sol. El rey pide al Campeador que acceda al matrimonio y él lo hace aunque no confía en ellos. Las bodas se celebran solemnemente.

Los infantes de Carrión, Fernán y Diego González, muestran pronto su cobardía, primero ante un león que se escapa del palacio del Cid, después en la lucha contra los árabes
Sintiéndose humillados, los infantes deciden vengarse. Para ello emprenden un viaje hacia Carrión con sus esposas y, al llegar al robledal de Corpes, las azotan y las abandonan desfallecidas.
El Cid pide justicia al rey y reta a los infantes. Se realiza un duelo en el que los guerreros del Cid vencen a los infantes. Éstos quedan deshonrados y sus bodas deshechas.
El Poema termina con el proyecto de boda entre las hijas del Cid y los infantes de Navarra y Aragón.


Textos

Versiones actualizada de PEDRO SALINAS
El Cid sale de Vivar, a Burgos va encaminado,
allí deja sus palacios yermos y desheredados.
Los ojos de Mío Cid mucho llanto van llorando
hacia atrás vuelve la vista y se quedaba mirándolos.
Vio cómo estaban las puertas abiertas y sin candados,
vacías quedaban las perchas ni con pieles ni con mantos,
sin halcones de cazar y sin azores mudados.
Suspira el Cid porque va de pesadumbre cargado.
Y habló, como siempre habla, tan justo y tan mesurado:
«¡Bendito seas Dios mío, Padre que estás en lo alto!
Contra mí tramaron esto mis enemigos malvados.»
Ya aguijan a los caballos, ya les soltaron las riendas.
Cuando salen de Vivar ven la corneja a la diestra,
pero al ir a entrar en Burgos la llevaban a su izquierda.
Movió Mío Cid los hombros y sacudió la cabeza
«¡Ánimo, Alvar Fáñez, ánimo, de nuestra tierra nos echan,
pero cargados de honra hemos de volver a ella!»
Ya por la ciudad de Burgos el Cid Ruy Díaz entró.
Sesenta pendones lleva detrás el Campeador.
Todos salían a verle, niño, mujer y varón,
a las ventanas de Burgos mucha gente se asomó.
¡Cuántos ojos que lloraban de grande que era el dolor!
Y de los labios de todos sale la misma razón:
«¡Qué buen vasallo sería si tuviese buen señor!»
De grado le albergarían, pero ninguno lo osaba,
que a Ruy Díaz de Vivar le tiene el rey mucha saña.
La noche pasada a Burgos llevaron una real carta
con severas prevenciones y fuertemente sellada
mandando que a Mío Cid nadie le diese posada,
que si alguno se la da sepa lo que le esperaba:
sus haberes perdería, más los ojos de la cara,
y además se perdería salvación de cuerpo y alma.
Gran dolor tienen en Burgos todas las gentes cristianas,
de Mío Cid se escondían: no pueden decirle nada.
Se dirige Mío Cid adonde siempre paraba;
cuando a la puerta llegó se la encuentra bien cerrada.
por miedo del rey Alfonso acordaron los de casa
que como el Cid no la rompa no se la abrirán por nada.
La gente de Mío Cid a grandes voces llamaba,
los de dentro no querían contestar una palabra.
Mío Cid picó el caballo, a la puerta se acercaba,
el pie sacó del estribo, y con él gran golpe daba,
pero no se abrió la puerta que estaba muy bien cerrada.
La niña de nueve años muy cerca del Cid se para
«Campeador que en bendita hora ceñiste la espada
el rey lo ha vedado, anoche a Burgos llegó su carta,
con severas prevenciones y fuertemente sellada.
No nos atrevemos, Cid, a darte asilo por nada,
porque si no perderíamos los haberes y las casas,
perderíamos también los ojos de nuestras caras.
Cid, en el mal de nosotros vos no vais ganando nada.
Seguid y que os proteja Dios con sus virtudes santas.»
Esto lo dijo la niña y se volvió hacia su casa.
Bien claro ha visto
Ruy Díaz que del rey no espere gracia.
De allí se aparta, por Burgos a buen paso atravesaba,
a Santa María llega, del caballo descabalga
las rodillas hinca en tierra y de corazón rogaba.
Cuando acabó su oración el Cid otra vez cabalga
de las murallas salió, el río Arlanzón cruzaba.
Junto a Burgos, esa villa, en el arenal posaba,
las tiendas mandó plantar y del caballo se baja.
Mío Cid el de Vivar que en buen hora ciñó espada,
en un arenal posó, que nadie le abre su casa.
Del caballo se ha apeado allí en la puerta exterior;
el Cid con todos los suyos con gran dignidad entró,
él iba en medio de todos y los ciento alrededor.
Al ver entrar en la corte al que en buenhora nació,
el rey Alfonso, que estaba sentado, se levantó;
y aquel conde Don Enrique y aquel conde Don Ramón
y los demás de la corte hacen como su señor,
con gran honra recibieron al que en buenhora nació.
No se quiso levantar ese conde de Grañón
ni aquellos otros que formaban el partido de Carrión.
Al Cid el rey Don Alfonso de las manos le cogió:
«Sentaos aquí conmigo, Ruy Díaz Campeador,
aquí en este mismo escaño de que vos me hicisteis don,
aunque a algunos pese, más que nosotros valéis vos.»
Gracias le da muy rendidas el que Valencia ganó:
«Sentaos en vuestro escaño que vos sois rey y señor,
aquí a un lado con los míos deseo quedarme yo.»
Lo que dijo el Cid al rey le place de corazón.
En escaño torneado ya Mío Cid se sentó,
esos ciento que le guardan se ponen alrededor.
Todos los que hay en la corte miran al Campeador,
y aquellas barbas tan luengas cogidas con el cordón;
bien se le ve en la apostura que es cumplido varón.
De vergüenza no podían mirarle los de Carrión.
Apenas han acabado de hablar de aquella cuestión
entraron dos caballeros, toda la corte los vio:
Ojarra, Íñigo Jiménez son los nombres de los dos.
El infante de Navarra al primero le envió,
el otro era un enviado del infante de Aragón.
Besaron las manos al rey de Castilla y de León,
y en nombre de los infantes pídenle al Campeador
sus hijas para ser reinas en Navarra y Aragón,
por esposas las querían, tiénenlo por gran honor.
Cuando acabaron, la corte escuchando se quedó.
Allí entonces se levanta Mío Cid Campeador:
«Merced, merced, rey Alfonso, vos sois mi rey y señor.
Esto que ahora pasa mucho lo agradezco al Creador,
que a mis hijas me las piden de Navarra y de Aragón.
Vos, rey Alfonso, a mis hijas las casasteis, que yo no,
en vuestras manos, oh rey, vuelvo a poner a las dos;
sin vuestro mandato, rey honrado, nada haré yo.»
Se levanta el rey y a todos que se callaran mandó.
«Os ruego, Cid de Vivar, prudente Campeador
que aceptéis el casamiento y quiero otorgarlo yo.
Que queden en estas cortes arregladas ya las dos
bodas, que os han de dar, Mío Cid, tierra y honor.
Levantóse Mío Cid, al rey las manos besó:
«Si a vos os agrada así, yo lo concedo, señor.»
Entonces contesta el rey: «Dios os dé buen galardón.
Ojarra, Íñigo Jiménez, escuchadme bien los dos:
en honrado casamiento ahora os otorgo yo
las hijas de Mío Cid, Doña Elvira y Doña Sol
para aquellos dos infantes de Navarra y Aragón,
que sus mujeres legítimas las hagan con todo honor.»
Allí Ojarra se levanta, la mano del rey besó,
Íñigo Jiménez hace lo mismo y luego los dos
besaron las de Rodrigo Díaz el Campeador.
Ya están hechas las promesas, juramentos dados son
de que todo se ha de hacer cual se ha dicho o aún mejor.
De los que había en la corte mucha gente se alegró,
pero no estaban contentos los infantes de Carrión.
El buen Minaya Alvar Fáñez entonces se levantó:
«Merced yo os pido ahora, como a mi rey y señor.
Y no le pese que hable a Mío Cid Campeador
que en estas cortes a todos he oído decir su razón,
y ahora quisiera decir esta que he pensado yo.»
A eso le contesta el rey: «Pláceme de corazón,
ya podéis hablar, Minaya, lo que os cuadre mejor.»
«A la corte yo la pido que me oiga con atención:
muy gran queja tengo de los infantes de Carrión.
En nombre del rey Alfonso mis dos primas les di yo,
por esposas las tomaron, esposas por bendición,
grandes riquezas les dio Mío Cid Campeador,
ellos las abandonaron, con todo nuestro dolor.
Por malos y por traidores ahora aquí os reto yo.
De la familia de los Vani-Gómez sois
los dos,
de ese linaje salieron condes de prez y valor,
mas bien sabemos que hoy de muy malas mañas son.
Muy agradecido estoy a nuestro Dios Creador,
porque piden a mis primas Doña Elvira y Doña Sol
para esposas los infantes de Navarra y Aragón.
Como mujeres legítimas las teníais antes vos,
ahora besaréis las manos, cual señoras, a las dos
y las tendréis que servir mal que os pese el corazón.
Loado sea el rey Alfonso, alabado el Creador,
que así va creciendo en honra Mío Cid Campeador.
¡Qué grandes eran los gozos en Valencia la mayor,
por honrados que quedaron los tres del Campeador!
La barba se acariciaba Don Rodrigo, su señor:
«Gracias al rey de los cielos mis hijas vengadas son,
ya están limpias de la afrenta esas tierras de Carrión.
Casaré, pese a quien pese, ya sin vergüenza a las dos.»
Ya comenzaron los tratos con Navarra y Aragón,
y todos tuvieron junta con Alfonso, el de León.
Sus casamientos hicieron Doña Elvira y Doña Sol,
los primeros fueron grandes pero estos son aún mejor,
y a mayor honra se casan que con esos de Carrión.
Ved cómo crece en honores el que en buenhora nació,
que son sus hijas señoras de Navarra y Aragón.
Esos dos reyes de España ya parientes suyos son,
y a todos les toca honra por el Cid Campeador.
Pasó de este mundo el Cid, el que a Valencia ganó:
en días de Pascua ha muerto, Cristo le dé su perdón.
También perdone a nosotros, al justo y al pecador.
Estas fueron las hazañas de Mío Cid Campeador:
en legando a este lugar se ha acabado esta canción.

Arriba


Actividades:

1ª.- Lee el texto que va a continuación.

Llegada del Cid a Valencia (Versión de Pedro Salinas)
El Cid ha conquistado varias poblaciones valencianas, ante lo cual los de Valencia salen de la
ciudad para rechazarlo. Al verlos, el Cid dirige a sus hombres una arenga y se prepara el combate.
«Sálveos el Creador mesnadas. y ahora escuchad:
después de que nos salimos de la limpia cristiandad
-y no fue por nuestro gusto, no se pudo remediar-,
gracias a Dios nuestras cosas siempre hacia adelante van.
Hoy las gentes de Valencia nos han venido a cercar,
Si en estas tierras nosotros nos quisiéramos quedar,
muy firmemente a estos moros tenemos que escarmentar
Cuando se pase la noche y ya venga la mañana,
tenedme bien preparados los caballos y las armas,
entonces iremos todos a atacar a su mesnada.
Hombres desterrados somos, estamos en tierra extraña,
en la lucha se ha de ver quien merece la soldada.»
Oíd ahora lo que el bueno de Alvar Fáñez quiso hablar:
«Mio Cid, lo que habéis dicho como os place se hará,
dadme a mí cien caballeros, no os quiero pedir más,
vos con los otros que quedan de frente iréis a atacar.
Heridlos sin compasión, atacad sin vacilar,
que yo con los otros ciento por otro lado iré a entrar
y fío en el Dios del cielo que el triunfo nuestro será.»
Muy bien le parece al Cid lo que Minaya fue a hablar
La mañana ya llegó y se empezaron a armar,
sabe cada cual el puesto que en la batalla tendrá,
Con el alba Mío Cid contra los moros se va:
«Por Jesucristo y Santiago que allá en los cielos están,
atacad, mis caballeros, a esos moros de verdad.
Aquí está Rodrigo Díaz, aquí está el Cid de Vivar.»
Vierais allí tanta tienda romper y desbaratar,
los postes los arrancaban, se empiezan a derrumbar.
Pero los moros son muchos y se quieren recobrar.
Minaya por otro lado, ya los venía a atacar,
los moros, mal que les pese, por derrotados se dan,
a uña de caballo escapan los que pueden escapar.
A dos emires mataron en la caza que les dan,
y hasta la misma Valencia van los cristianos detrás.
Grandes ganancias ha hecho mio Cid el de Vivar,
todo aquel campo saquean, luego se vuelven atrás.
Con las ganancias que llevan en Murviedro entraban ya
una alegría muy grande se corre por el lugar.
A Cebolla toman luego y tierras de más acá,
miedo tienen en Valencia no saben lo que se harán,
ya va haciendo mucho ruido la fama del de Vivar.

1a.- Escribe un resumen del texto en prosa.


1b.- Responde a las preguntas siguientes sobre el Poema y sobre el texto.

¿Quién se cree que escribió el Poema de Mío Cid?

¿De quién es la copia que se conserva?

¿Dónde se encuentra la copia del Poema?

¿A qué época pertenece el Poema?

¿A qué género corresponde el Mío Cid?

¿Qué virtudes del Cid refleja el texto?

¿Qué virtudes de Alvar Fáñez destaca el texto?


2ª.- Lee el texto que va a continuación.

Fragmento del Poema de Mío Cid (Versión de Maite Toca)
Las líneas de los moros ya se mueven adelante
a mío Cid y a los suyos las manos tomar.
-«Estaos quietas, mesnadas, aquí en este lugar;
no arranque ninguno hasta que yo lo mande.»
Aquel Pedro Bermúdez no lo pudo soportar,
la enseña tiene en mano, comenzó a espolonear:
-«¡El Creador os valga, Cid Campeador leal!
Voy a meter vuestra enseña en aquella fila mayor;
¡los que el deber tenéis veremos cómo la defendéis.»
Dijo el Campeador: -«¡No sea, por caridad!»
Repuso Pedro Bermúdez: -«¡No lo dejaré por nada!»
Espoloneó el caballo y lo metió en la fila mayor;
los moros le reciben para la enseña ganar,
le dan grandes golpes, mas no le pueden derribar.
Dijo el Campeador: -«¡Ayudadle, por caridad!»
Embrazan los escudos delante los corazones,
bajan las lanzas envueltas de los pendones,
inclinaron las caras encima de los arzones,
iban a herirlos con fuertes corazones.
A grandes voces llama el que en buena hora nació:
-«¡Heridlos, caballeros, por amor de caridad!
¡Yo soy Ruy Díaz el Cid Campeador de Vivar!»
Todos hieren en la fila donde está Pedro Bermúdez;
trescientas lanzas son, todos tienen pendones;
sendos moros mataron, todos de sendos golpes;
a la vuelta que hacen otros tantos muertos son.
Veríais tantas lanzas hundir y alzar,
tanta adarga horadar y pasar,
tanta loriga agujerear y desmallar,
tantos pendones blancos salir bermejos de sangre
tantos buenos caballos sin sus dueños andar.
Los moros llaman «¡Mahoma!» y los cristianos «¡Santiago!».
Caen en un poco de lugar moros muertos mil trescientos ya.

2a.- Analiza los cinco primeros versos y completa.

Las líneas de los moros ya se mueven adelante
a mío Cid y a los suyos las manos tomar.
-«Estaos quietas, mesnadas, aquí en este lugar;
no arranque ninguno hasta que yo lo mande.»
Aquel Pedro Bermúdez no lo pudo soportar,
Esquema

Clase de rima


2b.- Escribe todas las exclamaciones del texto que tienen como fin atraer y mantener la atención del público.

3b.- Escribe todos los adjetivos, epítetos y expresiones que se le aplican al Cid en el texto para presentarlo como héroe.

4b.- Explica el significado del verso siguiente.

Los moros llaman «¡Mahoma!» y los cristianos «¡Santiago!».


Teoría-Actividades


Arriba