El siglo XX
Situación social y política | Situación cultural y artística |
- A finales del siglo XIX
se van consolidando las democracias en
Europa. - La revolución industrial provoca un éxodo de la población rural hacia las ciudades. Las clases obreras se concentran alrededor de las fábricas. Las ciudades tuvieron que afrontar problemas diversos:
- El siglo XX hereda varios problemas políticos del anterior:
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- La ciencia y la
técnica se desarrollan asombrosamente:
- En arte aparecen continuos movimientos estéticos, conocidos con el nombre de -ismos (dadaísmo, cubismo, surrealismo...), que tienen algunas características comunes:
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El Modernismo
Los orígenes de este movimiento literario hay que buscarlos en los poetas hispanoamericanos, al publicar el poeta nicaragüense Rubén Darío, en 1888, un libro de poesía titulado Azul.
En este libro se observa una notable influencia de la literatura francesa, sobre todo del Parnasianismo y el Simbolismo.
- El Parnasianismo, con su afición por la mitología greco-latina, nórdica y oriental, y el gusto por lo plástico, despierta el gusto de lo puramente estético y decorativo.
- El Simbolismo pretende descubrir la realidad escondida de las cosas (los símbolos) y la correspondencia que existe entre éstos y nuestras sensaciones (color, sonido, música...).
Podemos definir el Modernismo como un movimiento artístico que reacciona contra el Realismo acusándolo de prosaico y ramplón que busca ante todo la belleza por sí misma, los exótico, los exquisito y el Arte como única finalidad.
La renovación estética
El espíritu de protesta que caracteriza a los modernistas se traduce en un afán de buscar nuevas formas estéticas.
- Los modernistas no sienten preferencia por los temas burgueses y cotidianos de los realistas; sino que prefieren los aristocráticos: palacios elegantes, jardines exóticos, princesas distinguidas. Todo está rodeado de esplendor: fuentes y estanques sobre los que se reflejan elegantes cisnes y jardines cargados de árboles y plantas.
El olímpico cisne
de nieve con el ágata rosa del pico lustra el ala eucarística y breve que abre al sol como un casto abanico. Rubén Darío |
- Los modernistas vibran ante los sentimientos patrióticos y esperan que su país resurja con gloria.
- Evocan el pasado histórico de su país, con sus leyendas medievales, sus héroes, reyes y personajes famosos.
- Prefieren la intimidad del poeta, manifestando los sentimientos más profundos de melancolía, tristeza y nostalgia.
La métrica y la lengua se renuevan notablemente para lograr la sensación de que todo es exquisito, refinado y selecto.
- Se reutilizan los versos y estrofas de otras épocas, como el alejandrino del Mester de Clerecía, o se recuperan otros que ya no se empleaban, como el decasílabo y dodecasílabo.
- El ritmo será una de las mayores innovaciones que los modernistas apliquen a sus versos. Gracias a ello consiguen importantes efectos musicales y sonoros. Los acentos rítmicos logran reflejar sus sentimientos
- Utilizan un lenguaje cargado de palabras cultas (como olímpico, áureo, ágata...), de metáforas y diversos recursos estilísticos.
Los claros clarines
de pronto levantan sus sones, su canto sonoro, su cálido coro, que envuelve en un trueno de oro la augusta soberbia de los pabellones. Rubén Darío (Marcha Triunfal) |
Escritores modernistas
Se llamaba Félix Rubén García Sarmiento. Nació en Nicaragua en 1867 y murió en el mismo país en 1916. Al principio se dedicó al periodismo y visitó diversos países de América y Europa; en España fue diplomático. Más tarde se dedicó a sus dos pasiones predilectas: vivir y escribir poesía. Pasó por etapas de bienestar y de miseria. Una vida tan intensa y desordenada minó sus salud y murió a los 49 años.
Francia y España fueron los países que más influyeron en su poesía que se caracteriza por el culto a la belleza pura, el arte por el arte. El color, el sonido, la palabra constituyen belleza. No interesa el contenido del poema sino su capacidad de sugerir emociones estéticas.
A los 21 años publicó su libro de poemas Azul con el que obtuvo un gran éxito. Con posterioridad publicó Cantos de vida y esperanza, un conjunto de poemas cargados de colorido y musicalidad en los que exalta la Hispanidad. Otra obra importante fue Prosas profanas.
La princesa está
triste... ¿Qué tendrá la princesa? Los suspiros se escapan de su boca de fresa, que ha perdido la risa, que ha perdido el color. La princesa está pálida en su silla de oro, está mudo el teclado de su clave sonoro, y en un vaso, olvidada, se desmaya una flor. El jardín puebla el triunfo de los pavos reales. Parlanchina, la dueña dice cosas banales, y vestido de rojo piruetea el bufón. La princesa no ríe, la princesa no siente; la princesa persigue por el cielo de Oriente la libélula vaga de una vaga ilusión. ¿Piensa acaso, en el príncipe de Golconda o de China, o en el que ha detenido su carroza argentina para ver de sus ojos la dulzura de luz? ¿O en el rey de las islas de las rosas fragantes, o en el que es soberano de los claros diamantes, o en el dueño orgulloso de las perlas de Ormuz? ¡Ay la pobre princesa de la boca de rosa quiere ser golondrina, quiere ser mariposa, tener alas ligeras, bajo el cielo volar; ir al sol por la escala luminosa de un rayo, saludar a los lirios con los versos de mayo o perderse en el viento sobre el trueno del mar. |
Ya no quiere el
palacio, ni la rueca de plata, ni el halcón encantado, ni el bufón escarlata, ni los cisnes unánimes en el lago de azur. Y están tristes las flores por la flor de la corte, los jazmines de Oriente, los nelumbos del Norte, de Occidente las dalias y las rosas del Sur. ¡Pobrecita princesa de los ojos azules! Está presa en sus oros, está presa en sus tules, en la jaula de mármol del palacio real; el palacio soberbio que vigilan los guardas, que custodian cien negros con sus cien alabardas, un lebrel que no duerme y un dragón colosal. ¡Oh, quién fuera hipsipila que dejó la crisálida! (La princesa está triste, la princesa está pálida) ¡Oh visión adorada de oro, rosa y marfil! ¡Quién volara a la tierra donde un príncipe existe, -la princesa está pálida, la princesa está triste, más brillante que el alba, más hermoso que abril! -"Calla, calla, princesa -dice el hada madrina-; en caballo con alas, hacia acá se encamina, en el cinto la espada y en la mano el azor, el feliz caballero que te adora sin verte, y que llega de lejos, vencedor de la Muerte, a encenderte los labios con un beso de amor". |
Nació en Moguer (Huelva) en 1881. Tras la Guerra Civil se fue a Puerto Rico donde murió en 1958. En Madrid conoció a Rubén Darío y se sintió atraído profundamente por el Modernismo. Consagró su vida a la poesía y por ello recibió el Premio Nobel de Literatura en 1956.
En su poesía no le interesa la realidad en sí misma, sino sólo la impresión que produce; busca la emoción lírica, y el ansia de belleza. Su preocupación fundamental es de tipo estético.
Sus inicios poéticos fueron modernistas y fuertemente influidos por el romanticismo de Bécquer. Es una poesía melancólica que refleja su delicado espíritu interior. A esta etapa intimista pertenece su famosísima obra Platero y yo, libro escrito en prosa poética en el que nos describe con mucha ternura la amistad del poeta con un borriquillo.
Escribió también varios libros de poemas como Diario de un poeta recién casado, Piedra y Cielo, Animal de fondo...
Platero es pequeño,
peludo, suave; tan blando por fuera, que se diría todo
de algodón, que no lleva huesos. Sólo los espejos de
azabache de sus ojos son duros cual dos escarabajos de
cristal negro. Lo dejo suelto, y se va al prado, y acaricia tibiamente con su hocico, rozándolas apenas, las florecillas rosas, celestes, gualdas... Lo llamo dulcemente: "¿Platero?", y viene a mí con un trotecillo alegre que parece que se ríe, en no sé qué cascabeleo ideal... Come cuanto le doy. Le gustan las naranjas mandarinas, las uvas moscateles, todas de ámbar, los higos morados, con su cristalina gotita de miel... Es tierno y mimoso igual que un niño, que una niña...; pero fuerte y seco por dentro, como de piedra. Cuando paso sobre él, los domingos, por las últimas callejas del pueblo, los hombres del campo, vestidos de limpio y despaciosos, se quedan mirándolo: -Tien'asero... Tiene acero. Acero y plata de luna, al mismo tiempo. |
1ª.- A continuación tienes dos textos de Juan Ramón Jiménez para que juegues con ellos, con el permiso del autor. Tienes que recrearlos a tu antojo. Puedes cambiar algunas cosas o todas; pero utiliza tu creatividad.
El viaje definitivo (Juan Ramón Jiménez) | El vovia tijenidefi (Ejemplo) |
... Y
yo me iré. Y se quedarán los pájaros cantando; y se quedará mi huerto, con su verde árbol, y con su pozo blanco. Todas las tardes, el cielo será azul y plácido; y tocarán, como esta tarde están tocando, las campanas del campanario. Se morirán aquellos que me amaron; y el pueblo se hará nuevo cada año; y en el rincón aquel de mi huerto florido y encalado, mi espíritu errará, *nostáljico... Y yo me iré, y estaré solo, si hogar, sin árbol verde, sin pozo blanco, sin cielo azul y plácido... y se quedarán los pájaros cantando. |
Y yo me iré. Y se
quedarán los pájaros y se quedarán los pájaros cantando. Cantando sin cielo azul y plácido... y se quedará mi huerto, con su verde árbol, verde, sin pozo blanco y con su pozo blanco. Y yo me iré, y estaré solo, si hogar, sin árbol. Todas las tardes, el cielo será azul y plácido; mi espíritu errará, nostálgico... y tocarán, como esta tarde están tocando, en el rincón aquel de mi huerto florido y encalado, las campanas del campanario. El pueblo se hará nuevo cada año y se morirán aquellos que me amaron. |
(*) Recuerda que Juan Ramón Jiménez escribía con "j" el sonido fuerte de la "g".
En el arroyo grande
que la lluvia había dilatado hasta la viña, nos
encontramos, atascada, una vieja carretilla, perdida toda
bajo su carga de yerba y de naranjas. Una niña, rota y
sucia, lloraba sobre una rueda, queriendo ayudar con el
empuje de su pechillo en flor al borricuelo, más
pequeño, ¡ay!, y más flaco que Platero. Y el
borriquillo se despachaba contra el viento, intentando,
inútilmente, arrancar del fango la carreta, al grito
sollozante de la chiquilla. Era vano su esfuerzo, como el
de los niños valientes, como el vuelo de esas brisas
cansadas del verano que se caen, en un desmayo, entre las
flores. Acaricié a Platero y, como pude, lo enganché a la carretilla, delante del borrico miserable. Lo obligué, entonces, con un cariñoso imperio, y Platero, de un tirón, sacó carretilla y rucio del atolladero y les subió la cuesta. ¡Qué sonreír el de la chiquilla! Fue como si el sol de la tarde, que se quebraba, al ponerse entre las nubes de agua, en amarillos cristales, le encendiese una aurora tras sus tiznadas lágrimas. Con su llorosa alegría, me ofreció dos escogidas naranjas, finas, pesadas, redondas. Las tomé, agradecido, y le di una al borriquillo débil, como dulce consuelo; otra a Platero, como premio áureo. |