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 Vivos y muertos |
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Desde las primeras inhumaciones voluntarias y conscientes practicadas por la especie del hombre de Neandertal hasta los enterramientos realizados por los habitantes de las aldeas neolíticas próximo-orientales, el hombre no había distinguido entre áreas de habitación y de enterramiento.
Según se desprende de las excavaciones arqueológicas, los muertos eran inhumados en fosas excavadas en el suelo de las cuevas, abrigos o cabañas de los emplazamientos temporales ó en el subsuelo de las viviendas de las comunidades sedentarias del neolítico en el Próximo Oriente Asiático.
Sin embargo, a finales de este período la arqueología testimonia en Mesopotamia el inicio de una tendencia que vislumbra el traslado de los enterramientos a un espacio situado extramuros de la aldea, preludiando la concepción de las necrópolis.
Su configuración definitiva, como lugar exclusivamente destinado al depósito de sepulturas, culminará con el surgimiento de la ciudad, en tanto en cuanto el carácter marginal del área dedicada al mundo funerario se muestra como una de las premisas que sustentan el paso de la aldea a la ciudad.
Pero más allá aun de su carácter marginal y dado que su razón de ser figura por oposición en estrecha conexión con la ciudad, la necrópolis quedará igualmente rodeada por un muro que delimite con precisión el espacio concebido para albergar el mundo de los muertos. |
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