Amo la Bretaña. Encuentro en ella lo rústico, lo primitivo. Cuando mis zuecos de madera retumban sobre este suelo de granito, escucho el tono sordo, monótono y vigoroso que trato de lograr en la pintura. Gauguin
En 1886 y 1888 Gauguin se va a un pueblo de Bretaña llamado Pont-Aven, donde trabaja con jóvenes artistas que ya le admiran, como Charles Laval (con quien irá en 1887 a Panamá y Martinica) y Emile Bernard.
Fue precisamente Emile Bernard quien ejerció una gran influencia sobre Gauguin. Bernard era un pintor con un buen conocimiento del simbolismo literario. Rewald supone que las conversaciones de Bernard con Gauguin estimularían a este último ofreciéndole una justificación intelectual de los experimentos pictóricos que realizaba por aquel entonces. Estas conversaciones darían un impulso a Gauguin para encontrar una síntesis personal de varias influencias (estampas japonesas, simbolismo, primitivismo...) que desembocaría en la creación de su personal estilo.
Veamos en dos obras algunos rasgos de este nuevo estilo.
Esta obra muestra un grupo de mujeres bretonas que tienen una visión, inducida por el sermón que acaban de escuchar. La visión muestra el episodio bíblico de la lucha entre Jacob y un ángel, mensajero de Dios, para comunicarle su nuevo nombre, Israel.
Sabemos que la acción sucede en Bretaña por el manzano cuyo tronco cruza en diagonal el cuadro (influencia de las estampas japonesas), y por la diminuta vaca. Gauguin para enfatizar la sensación de aparición juega con el tamaño relativo de los ementos de la escena: la vaca es demasiado pequeña; las campesinas bretonas demasiado grandes. El afán de simplificación es evidente: no hay sombras, y las grandes zonas de color intenso están perfiladas por un borde negro. Esto junto con la alteración deliberada de la escala naturalista define el «primitivismo», la sencillez rústica y supersticiosa que pretende transmitir Gauguin con su obra.
La eliminación que hace Gauguin de la perspectiva clásica se traduce, en términos de color, en la eliminación de la modulación tonal. Además las áreas de color están delimitadas por gruesos trazos negros; a esta técnica se le denominaría «cloisonnisme». Los «cloison» son los compartimentos contorneados en negro o azul en los que se aplica el esmalte de color en las piezas de cerámica.
El desarrollo de esta técnica adaptada a la pintura sobre lienzo le sirve a Gauguin para superar el naturalismo impresionista que no le resultaba suficiente para expresarse.
Esta obra es otro ejemplo de «cloisonnisme»: grandes zonas de color plano contorneadas en azul o negro. El dibujo y las formas están muy simplificadas. El color se aplica arbitrariamente, sin conexión con lo observado en la naturaleza, sino más bien con las necesidades expresivas del artista. El amarillo del Cristo indica el sufrimiento y la humanidad de la figura, transmitiendo al espectador una sobrecogedora sensación de dramatismo.
La composición, de forma análoga a la Visión se basa en el «corte fotográfico» de las mujeres arrodilladas formando un arco abierto alrededor del Cristo. Al fondo los árboles rojos contrastan con las colinas y los prados de un amarillo verdoso (un nuevo uso arbitrario del color con fines expresivos).
Este cuadro alberga un detalle compositivo que delata la genialidad de Gauguin; el Cristo y las figuras que le rodean no están en el centro de la composición, sino un poco a la izquierda, dejando un espacio vacío a la derecha. Se ha sugerido que este espacio vacío es una invitación velada al espectador para que pase a ocupar, arrodillado, un lugar en el arco incompleto junto con las campesinas alrededor de Cristo.
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