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I. Análisis de un textoSi queremos conocer el mensaje que el autor ha transmitido en un texto, es decir, cuál es el contenido del texto que estamos leyendo y la tesis que ofrece el autor para compartir con el lector, debemos saber desentrañar las principales ideas incluidas en el texto. Las ideas de un texto, literario o no literario, se transmiten a través de frases, oraciones y párrafos. Pero es fundamentalmente a través de párrafos y de oraciones como se acotan las ideas y se trabajan parcialmente para después, produciendo relaciones entre ellas, expresar la idea o conjunto de ideas que se cuentan.
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Mapa conceptual |
II. El párrafoVamos a analizar la primera unidad de lectura, el párrafo. El párrafo es una porción del texto encerrada entre dos puntos y aparte. Bastaría localizar en el texto estos signos de puntuación para determinar una unidad de lectura. Sin embargo, ocurre a menudo que los párrafos son demasiado amplios y contienen una o varias ideas o que una idea se transmite a través de varios párrafos. ¿De qué dependerá, por tanto, cada unidad de lectura? Podemos hablar de estructuras en el texto a partir de los diferentes tipos de párrafos que encontremos, pero también podemos hablar de estilos de autor que se contienen en una variedad amplia de tipos de párrafos. [^]
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III. Tipos de estructura de párrafosSiguiendo y ampliando la clasificación que hace Mª Teresa Serafín (1991), nos encontramos con la siguiente tipología de párrafos:
Estaban presentes varios sacerdotes y letrados -por lo que yo colegí de sus vestidos-, a quienes se encargó que se dirigiesen a mí. Yo les hablé en todos los idiomas de que tenía algún conocimiento, tales como alto y bajo alemán, latín, francés, español, italiano y lengua franca; pero de nada sirvió (Capítulo II).
Cuando se hubo bajado me inspeccionó por todo alrededor con gran admiración, pero guardando distancia del alcance de mi cadena. Ordenó a sus cocineros y despenseros, ya preparados, que me diesen de comer y beber, como lo hicieron adelantando las viandas en una especie de vehículos de ruedas hasta que pude cogerlos. Tomé estos vehículos, que pronto estuvieron vaciados; veinte estaban llenos de carne y diez de licor. Cada uno de los primeros me sirvió de dos o tres buenos bocados, y vertí el licor de diez envases -estaba en unas redomas de barro- dentro de un vehículo, y me lo bebí de un trago, y así con los demás.
Mi dulzura y buen comportamiento habían influido tanto en el emperador y su corte, y sin duda en el ejército y el pueblo en general, que empecé a concebir esperanzas de lograr mi libertad en plazo breve. Yo recurría a todos los métodos para cultivar esta favorable disposición. Gradualmente, los naturales fueron dejando de temer daño alguno de mí. A veces me tumbaba y dejaba que cinco o seis bailasen en mi mano, y, por último, los chicos y las chicas se arriesgaron a jugar al escondite entre mi cabello. A la sazón había progresado bastante en el conocimiento y habla de su lengua.(Capítulo III)
Cuando me vi de pie miré a mi alrededor, y debo confesar que nunca se me ofreció más curiosa perspectiva. La tierra que me rodeaba parecía toda ella un jardín, y los campos, cercados, que tenían por regla general cuarenta pies en cuadro cada uno, se asemejaban a otros tantos macizos de flores. Alternaban con estos campos, bosques como de media pértica; los árboles más altos calculé que levantarían unos siete pies. A mi izquierda descubrí la población, que parecía una decoración de ciudad de un teatro.
(...) Quiero en este punto hacer la prosopografía. Es casi el ancho de mi uña más alto que todos los de su corte, y esto por sí solo es suficiente para infundir pavor a los que le miran. Sus facciones son firmes y masculinas; de labio austríaco y nariz acaballada; su color, aceitunado; su continente, derecho; su cuerpo y sus miembros, bien proporcionados; sus movimientos, graciosos, y majestuoso su porte. No era joven ya, pues tenía veintiocho años y tres cuartos, de los cuales había reinado alrededor de siete con toda felicidad y por lo general victorioso.
Aquel que ejecuta su trabajo con más agilidad y resiste más saltando y arrastrándose es recompensado con la seda de color azul; la roja se da al siguiente, y la verde al tercero, y ellos la llevan rodeándosela dos veces por la mitad del cuerpo. Se ven muy pocas personas de importancia en la corte que no vayan adornadas con un ceñidor de esta índole. (Capítulo III)
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IV. Decálogo para un buen análisis textualLee con atención cada una de estas sugerencias secuenciadas en un orden que va de lo inmediato a lo mediato.
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Última actualización: 25-07-2007
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