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Ilustración de fondo

 

Entre los varios, muchos, tal vez demasiados congresos que van a celebrarse en Madrid, habrá uno, o yo he leído mal, de librepensadores.

Si he de decir la verdad, un congreso de librepensadores, en los tiempos que corremos, me parece a mí una cosa así como un congreso de hombres que no son rubios, o de hombres que no fuman, o de hombres que no han estado en París... o cualquier otra cosa puramente negativa y sin determinado objeto particular.

El hombre es naturalmente librepensador; luego, sucede que la mayor parte de las veces no piensa, a lo menos por cuenta propia, ni con libertad ni sin ella. Dos caminos hay que conducen a abdicar esa libertad: o un dogma impuesto y admitido voluntariamente, o una preocupación que, sin saberlo, nos domina. En el primer caso, podemos ser fanáticos creyentes; en el segundo, somos, de fijo, fanáticos descreídos. El creyente ortodoxo no piensa con libertad, pero lo sabe; el fanático que niega, porque sí; que no piensa por sí mismo, sino que repite, sin propia conciencia, las negaciones que encuentra formuladas, no es un librepensador, sino un pensador libre; tiene libertad, pero no la emplea en pensar, sino en someterse a ideas hechas.

No es librepensador el que quiere, sino el que puede: el que en lucha con las infinitas preocupaciones que nos rodean consigue emanciparse de tantas fórmulas como nos asedian para sustituir con prendería intelectual el propio raciocinio: el que vence todas esas imposiciones de ideas ajenas no asimiladas, ese puede decir que es un verdadero librepensador y un héroe de la filosofía.

"CLARÍN", Leopoldo Alas: Palique.

 

Última actualización: 25-07-2007