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La radio es el medio más perfecto que existe porque tiene una ventaja sobre los otros: carece de imágenes. No hay mejores imágenes que las que uno se imagina, como no hay mejores historias que aquéllas que nos gustaría vivir. Un ejemplo. Si uno ha leído un libro y esa historia se lleva al cine, por muy bueno que sea el director de la película, no será tan hermosa como cuando la leíamos. Porque los paisajes los dibujamos nosotros y hasta el sonido es diferente. Quiero contaros un poco de la historia de la radio [...]. En 1888, Hertz (que no es el que alquila los coches, sino Heinrich Hertz, el físico alemán) escribió un tratado sobre las ondas electromagnéticas y su reflexión. Sostenía que las ondas de radio existen y que tienen las mismas propiedades que las de la luz. De ahí viene lo de las ondas hertzianas, de Hertz. En 1896, el italiano Guillermo Marconi patentó en Londres la radiofonía. En 1899 se envían los primeros mensajes de radio a través del Canal de la Mancha. En 1901 esos mensajes cruzan el Atlántico. En 1904 a Marconi le conceden el Premio Nobel de Física [...]. La Frecuencia Modulada, por ejemplo, es fruto de la investigación de dos universitarios: Fleming y Amstrong. El despegue de la radio se sitúa en los años 20, sobre todo en Estados Unidos [...]. Pero es en noviembre de 1924 cuando comienza la radio en España. El día 10 de ese mes Radio España (EAJ5) empieza a emitir, y el día 14 Radio Barcelona (EAJ1). Radio España detuvo sus emisiones durante un tiempo y Radio Barcelona no ha parado desde entonces. Por eso es la decana de la radio española [...] Hay momentos que marcan a la radio. Como aquel programa emitido en 1938 desde la CBS llamado La guerra de los Mundos y que Orson Wells realizó con tal perfección que puso al país al borde de un ataque de nervios. Y la radio se utiliza por primera vez en una guerra. En la nuestra. Aparte del uso militar, la radio sirve durante la contienda para la propaganda ideológica en ambos bandos. Las proclamas de La Pasionaria o Federica Montseny o el ¡Ay Carmela! de las brigadas internacionales. En el año 37 se funda Radio Nacional de España en Salamanca y son famosos sus partes de guerra. Sobre todo el último ofrecido por Fernando Fernández de Córdoba el 1 de abril de 1939. Y de aquellos partes de guerra se pasa a los informativos de Radio Nacional que tendrán el monopolio nada menos que hasta 1977. Informativo a las dos y media de la tarde e informativo a las diez de la noche. La gente los llamó El Parte, por el recuerdo pasado. Y marcaron la hora de la comida y la cena de los españoles que podían comer y cenar. El de las diez de la noche era, además, la hora de estar en casa. Sobre todo las chicas. Podían haber hecho lo que fuera, pero a las diez, a la hora de El Parte, en casa. Que era lo decente. Y España -entonces- era muy decente. Hay una canción de Joan Manuel Serrat de una chica que ha estado acostada con su novio y dice algo así como... Te atusarás el pelo / te arreglarás la falda El Parte nos contaba lo que quería contarnos. Lo de los pantanos o los atunes pescados por Francisco Franco. Las universidades laborales que inauguraba Girón. La demostración sindical en el Bernabeu. El contubernio judeo-masónico y la envidia que nos tenían los extranjeros porque ellos no gozaban del destino en lo universal... Y cosas así. Pero sobre todo, su sintonía, que aún se mantiene en el corazón de los que ya no cumpliremos los cuarenta. Pero no sólo eran los de un lado los que nos contaban camelos. Estaban Radio España Independiente, Radio Pirenaica, que mi padre escuchaba cada noche, y aquello era el timo del megaciclo. Españoles, camaradas, España está en la calle luchando. Y uno se asomaba a la ventana y ni flores. La radio va tomando cuerpo y Unión Radio, con la llegada de Manuel Aznar, el padre de José María Aznar, el de “España va bien”, da otro aire a la cosa y hasta se crea una sintonía que hace historia. Es la Sinfonía Azul compuesta por el maestro Federico Mompou en los años 40 -que aún se mantiene- y que identifica a la cadena de emisoras. Y surgen los genios del invento. Los autodidactas de la radio como don Antonio Calderón [...]. Don Antonio crea la Compañía de Actores de Radio Madrid y se recrea en el Teatro del Aire, que se emitía los domingos por la noche. Y un pueblo que casi no sabe leer, se entusiasma con los clásicos en las versiones maravillosas que hacía don Antonio Calderón. Por ejemplo, Don Juan Tenorio, de José Zorrilla, que fue cuando nos enteramos de que Zorrilla era un escritor y no el campo del Valladolid. Fijaros que esa Compañía de Actores llegó a contar con sesenta personas en plantilla, y que se grababan hasta doce piezas a la semana. Sainetes... seriales... clásicos... biografías... de todo. Era una auténtica maravilla. Con guionistas como Mallorquí en su Coyote o los clásicos como Guillermo Sautier Casaseca [...] Montaje musical de Rafael Trabuccheli. Los efectos especiales de Esteban Cabadas... Actores como Pedro Pablo Ayuso, que era el Burt Lancaster de las ondas, Matilde Conesa, Eduardo Lacueva, Fernando Dicenta, Alicia Altabella, Juana Ginzo [...] Y títulos que son historia viva de España: Lo que nunca muere, La segunda esposa, Un arrabal junto al cielo, La sangre es roja, Mañana también comemos... Pero por encima de todas Ama Rosa, aquella historia tremebunda de Rosa y de la familia De la Riva. Se paralizaba el país y hasta sacrificaban la siesta para disfrutarla. Como decía mi madre: “¡Qué bien me lo he pasado! ¡Cuánto he llorado!”. Pero la radio siempre fue algo más que un juguete de fantasía. Era un negocio que ayudaba a vender y que ayudaba a comprar [...]. Pero algunos anuncios, algunas cuñas, algunos jingels de entonces, han pasado a la historia de la publicidad en la radio. Sólo los grandes clientes podían llegar a ese nivel. Y dentro de la publicidad que ha pasado a la historia nos quedamos con aquellos anuncios que triunfaron en su tiempo [...]. El más popular, el que ha pasado a nuestro tiempo, el que anuncian ahora Roberto Carlos, Rivaldo y Denilson, el COLA CAO, patrocinaba Matilde, Perico y Periquín, entre otras cosas. Es curioso que tal vez nadie se ha fijado en una estrofa. Dice: “Lo toma el futbolista para entrar goles”. Y dice entrar, en lugar de meter. En mi España en sepia lo de meter estaba jodidillo. Había un grupo en mi tiempo, que se llamaba Los Xey (que eran cinco) y que eran una maravilla [...]. Los Xey cantaban de maravilla y su canción más famosa fue la del Buen Menú, que interpretaban a capella. Esta canción se escuchaba mucho en los discos dedicados de entonces. Pero si hay alguien que cambió la radio, ése fue el chileno Roberto Deglané Portocarrero, el popular Bobby Deglané [...], que vino a España en los albores de los años 30 [...] Se incorporó a Unión Radio en los 40 con un programa que se llamaba Fin de Semana, preludio del Superprograma Cabalgata de Fin de Semana, de los años 50, que es historia viva de nuestra radio. Fijaos que España entera, con tantos cortes de luz, se iba a la cama poco después de El Parte (por eso nacían tantos niños entonces). Por eso Franco daba aquellos premios de natalidad [...]. Pues Cabalgata Fin de Semana empezaba a las diez y media de la noche y la cosa duraba hasta la una y media de la madrugada. Bobby fue un maestro en eso de los concursos. Como lo fueron Ferman, Juan de Toro, Pécker, Joaquín Prat... y Joaquín Soler Serrano, que tenía una voz plana pero que caló en los oyentes. [...] Y si hablamos del deporte en la radio no olvidaremos nunca a Matías Prats dando el gol de Termo Zarra por Radio Nacional en los Mundiales de Río de Janeiro, del año 50. [...] Por si no lo sabéis, en los años 40, los resultados de fútbol se daban los lunes. Bobby comprobó, de cuando estuvo en Estados Unidos, que allí las emisoras daban -nada más finalizar- los resultados de baloncesto, béisbol, etcétera. Y se lo propuso a Vicente Marco, que fue más allá. ¿Y por qué no darlo en directo y desde los estadios? Con el apoyo de Manuel Aznar se puso en marcha un “Carrusel” por todos los campos de Primera División. [...] No hace mucho un alumno me preguntó: “En su tiempo, sin televisión, ¿cómo se entretenían los niños”. Pues se entretenían jugando o soñando con aquellos programas y cuentos que había por la radio. Por ejemplo con las cosas del “pobre Fernández” de aquel inolvidable Pepe Iglesias, El Zorro. El que mejor silbaba. [...] Y un tal Eduardo Vázquez irrumpe con su ingenio para escribir una serie que la seguíamos todos los niños de España. Matilde, Perico y Periquín con Matilde Conesa, Pedro Pablo Ayuso y Matilde Vilariño [...]. Luego, Eduardo Vázquez escribiría La Saga de los Porretas, con Manolo Lorenzo, Fernando Dicenta, Matilde Conesa, Rosa María Belda y tantos otros [...] La radio era ilusión y pasión. Pasión por sentirse partícipes. Y aparte de la publicidad, la radio, en algunas emisoras, encuentra otra vía para recaudar fondos. Sobre todo Radio Andorra y aquella locutora que daba la retahíla de solicitudes, y uno esperaba escucharse y ser protagonista del invento. Los famosos discos dedicados. Y se enviaba por correo el duro de papel para escuchar tu nombre dedicando la canción a tu madre en el día de su santo o sin dar el nombre para esa chica de tus sueños. “Para Rosalía, sabiendo le gusta y de quien ella sabe”. Se vive solamente una vez, decía Machín. Era una España donde todos hacíamos oposiciones para ser santos. Estaba prohibido pecar de pensamiento, palabra y obra. Por eso la radio, todas las emisoras de radio, tenían la obligación de dar la Cartelera de Espectáculos y Clasificación Moral de los mismos. Había mucho peligro. Entonces, cuando te ibas a confesar, el cura siempre preguntaba lo mismo... -¿Cuántas veces, hijo mío? Porque si la radio divertía, el cine pervertía. Había algunas películas canallas que te obligaban a ir al confesionario. Entre ellas, Mogambo. La censura cambió los diálogos de “Gar Gable” con “Gres Kelly” y, en lugar de liarse con una casada, el censor la hizo hermana y aquello se convirtió en incesto. O aquella otra de Arroz Amargo con el negro zumbón, donde a Silvana Mangano se le notaban las domingas por el sudor. Pero la más guarra de todas fue la de Rita Haywoord haciendo de Gilda. Porque la guarrería estaba en que se quitaba un guante mientras cantaba “Amado mío, te quiero tanto”. Aquí lo del guante estaba mal visto. [...] A la gente le gustaba compartir el dolor ajeno. O contar el propio en aquel consultorio vespertino con Elena Francis. Luego nos enteramos de que las respuestas a nuestros problemas no las escribía Elena, sino un “Eleno”, un periodista catalán. El muy jodío... [...] Y llega la música a la radio. Me acuerdo de aquella emisora, Radio Peninsular “la más musical”. Ésta se ponía mucho en los guateques de media caña. Aquellos guateques donde echabas mucha canela a la sangría para poner besuconas a las chicas. Y lo que pasaba es que, con tanta canela, la sangría sabía a arroz con leche. [...] Y llega el 23 de febrero de 1981. Sólo la radio siguió emitiendo, informando, compartiendo la angustia de todos para tenernos al día a esas horas de la noche. Recuerdo que a media mañana del martes 24 de febrero, yo estaba en Radio Madrid y vi a Fernando Ónega feliz por esas dieciocho horas inolvidables de información que pasarán a la historia. Eran las doce y algo del medio día y Fernando terminó diciendo: “Buenas tardes, Libertad”. [...] Hay cosas de la radio que casi nadie conoce [...] Eran los tiempos en que había una publicidad muy famosa: “QUIEN CALCULA COMPRA EN SEPU”. Los almacenes SEPU estaban -y están- en los bajos de Radio Madrid, de la SER. Tiene dos entradas. Una por Gran Vía (entonces Avenida de José Antonio) y otra por Desengaño. Por eso a SEPU la llamaban “La Falange”, porque se entra por José Antonio y se sale por Desengaño. Se contaba entonces que un famoso locutor de Radio Madrid tenía su lío por la conocida carretera sexuá. Por esa carretera de La Coruña, porque primero Las Rozas y luego Las Matas. Eran cosas que se decían entonces en estos ratitos de espera [...]. La radio era mágica, maravillosa, entrañable y curiosa. [...] Por eso el secreto de la radio no está en hacer siempre lo que se quiere, sino en querer siempre lo que se hace. Ayer, hoy y siempre, la radio es compañera, amiga, confidente y amor correspondido. Y si algún día la radio no te dejó dormir, seguro que te hizo soñar.”
MARQUÉS, Paco: Pasión por la radio. En “Estupidiario radiofónico”, Ed. Santillana.
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Última actualización: 25-07-2007
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