Varios acontecimientos de 1979/1980 volvieron a incrementar la tensión internacional. Los más destacados fueron: la invasión de Afganistán por la URSS, la revolución islamista en Irán o la elección de Ronald Reagan como presidente de los EE UU, que acentuó la política anticomunista.
Hablamos de una segunda Guerra Fría, pero debe subrayarse que careció de la agresividad de la primera. Y por dos motivos fundamentales:
- En muchos países se había desarrollado un movimiento de opinión popular pacifista, inexistente en los años iniciales de la Guerra Fría.
- A pesar de las declaraciones públicas agresivas de los dirigentes, siguió existiendo una actividad diplomática “subterránea” entre ambos bloques.
La situación cambió nuevamente cuando Mijaíl Gorbachov accedió al poder de la URSS (1985). Tuvo que reconocer el agotamiento del sistema soviético y su incapacidad para seguir compitiendo con el mundo occidental. Su política de la Perestroika favoreció la distensión internacional y, en última instancia, llevó a la caída del muro de Berlín en 1989 y a la desintegración de la URSS en 1991.
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