Edgar Degas es un pintor particularmente difícil de etiquetar. Su estilo pictórico más que Impresionista, parece Realista. Pero fue uno de los principales promotores de las exposiciones del grupo impresionista: sólo dejó de exhibir sus obras en una de ellas.
Por otra parte, no pintaba al aire libre, bajo la luz natural, como sus compañeros impresionistas, sino que prefería la luz artificial del interior de cafés, locales de ensayo, teatros, etc. Sin embargo, mostraba un claro interés por captar momentos intantáneos de las escenas que le rodeaban. Y esto era característico de los impresionistas por influencia de la fotografía y de las estampas japonesas.
Edgar Degas nació en París, en 1834, en el seno de una próspera familia burguesa de origen aristocrático. Desde muy pronto el joven Degas mostró su intención de dedicarse a la pintura. Tuvo la suerte de que su padre, después de una inicial reticencia, se decidiese a financiar su formación artística.
Si a pesar de no haber hecho pintura al aire libre podemos contar a Degas entre los impresionistas, el hecho se debe a su entusiasmo por los temas modernos, a su pasión por el análisis y a su constante búsqueda de la instantánea.
G. Bazin
Con 17 años entra en el taller de un discípulo de Ingres, Louis Lamothe, aficionado a los temas históricos. Fue una etapa en la que, según la costumbre de la época, visitó muchas veces el museo del Louvre para hacer copias de obras de los grandes maestros.
Dos años después, en 1855, ingresaba en la escuela de Bellas Artes, pero la abandona poco después para irse a Italia, donde tuvo ocasión de admirar las obras de Rafael y Miguel Ángel. En esta época tuvo particular devoción por los maestros venecianos Tiziano, Tintoretto y Veronés, lo que le llevará a interesarse por la concepción del color de Delacroix. Por tanto, nos encontramos con que muy pronto une el interés por el dibujo aprendido con Lamothe, con la pasión por el color defendida por Delacroix.
Durante sus primeros años de formación académica, Degas manifiesta un gran afán por triunfar en el Salon. Consecuentemente con ello, se interesa por los temas históricos, que eran los que triunfaban en el Salon.
En esta obra iniciada en 1860, y retocada posteriormente en varias ocasiones, Degas trata un tema histórico. Representa a dos grupos de jóvenes espartanos. A la izquierda unas muchachas increpan y desafían verbalmente a unos jóvenes espartanos. Al fondo preside la escena el monte Taygetus, desde cuyas alturas se depeñaban a los recién nacidos de Esparta que presentaban algún signo de debilidad o minusvalía, como medida eugenésica para preservar la robustez de la raza.
En un plano más retirado aparece un grupo de personajes adultos que son las madres de los jóvenes en torno a la figura de Licurgo, legislador de Esparta.
Es revelador del estilo de Degas el hecho de que evita reproducir el tipo griego clásico en las figuras. En vez de eso, Degas elige como modelos unos muchachos del barrio parisino de Montmartre, lo que da realismo a la escena.
Hay críticos que al analizar los gestos y posturas de los jóvenes en esta obra, señalan que hay una cierta «animalización» de la figura humana. En cualquier caso, las posturas de los chicos, por un lado, y de las chicas, por otro, parecen seguir una secuencia «cinematográfica». Es decir, se puede imaginar que cada uno de los chicos va adoptando todas las posturas que tienen cada uno de ellos.
En cuanto al uso del color, es coherente con una ambientación en las horas finales de la tarde, con un claro predominio de los amarillos y ocres. Los toques de azul, negro y blanco sirven para crear notas de contraste que evitan la monotonía y dan mayor viveza a la escena.