El término «Neoimpresionismo» fue acuñado por el crítico Felix Fénéon en un artículo de 1887, para referirse al estilo de estos nuevos artistas. Como posteriormente explicara Signac, uno de ellos, hubieran preferido que su estilo se denominara «cromo-luminismo», pero no rechazaron la propuesta de Fénéon porque el término «Neoimpresionismo» servía:
«para rendir homenaje a los esfuerzos de sus predecesores [impresionistas] y para destacar que, aunque los procedimientos difieran, los fines seguían siendo los mismos: la luz y el color. En este sentido debe entenderse el término «Neoimpresionismo», ya que la técnica empleada por estos pintores es profundamente diferente de la de los impresionistas, hasta el punto que mientras la técnica de éstos es instintiva e instántanea, la de los neoimpresionistas es deliberada y constante»
En nuestra caracterización inicial del Neoimpresionismo nos centraremos en dos aspectos: en la situación de relativa crisis a que llegó el grupo de impresionistas en la década de 1880, y en el estudio de los recursos técnicos que utilizaron los neoimpresionistas.
Hacia 1886, fecha de la octava y última exposición de los impresionistas, estaba claro que la unidad de este grupo de artistas ya no se podría recuperar.
Por una parte, durante los años anteriores habían surgido entre ellos diferencias personales que acabaron siendo insuperables. Degas ya no hablaba con Monet, Sisley ni Renoir, por haber cedido a exponer en el Salon buscando mejorar su apurada situación económica. Otros miembros del grupo también reprochaban a Degas haber introducido en el grupo a amigos italianos.
Por otra parte, desde el punto de vista creativo era inevitable que el Impresionismo llegase a un callejón sin salida, a un agotamiento. Hemos visto que Monet afrontó esta crisis desplazándose hacia la disolución de las formas. Renoir luchaba contra sus dudas volcándose en el estudio de los clásicos e intentando recuperar el dibujo. Degas hasta cierto punto estaba exento de esta crisis, puesto que formalmente su enfoque clásico no le enfrentaba a los mismos problemas que tenían Monet y Renoir. Sin embargo Degas amplió sus horizontes en la fotografía y el grabado.
Parecía que el Impresionismo, en tanto que movimiento artístico que daba protagonismo total a la luz y el color, estaba llegando a su final. Desde La Grenouillère de Monet y de Renoir, en 1869, hasta esta compleja situación del final de la década de 1880, habían pasado dos décadas.
Pero en la última exposición de los impresionistas de 1886 aparecieron signos de renovación. Ese año presentaron sus obras, de la mano de Pissarro dos jóvenes pintores: Georges Seurat y Paul Signac, exhibiendo un original estilo. El propio Pissarro había adoptado dicho estilo un año antes.