Etapa «ingresca»
De vuelta de su viaje por Italia, donde había admirado a Rafael en Roma, a Tiziano en Florencia, y los frescos de Pompeya, Renoir acaba de convencerse de que tiene que dar un giro en su estilo hacia el cuidado del dibujo y al modelado de la forma. Él mismo lo reconoce elocuentemente en este texto citado por Rewald:
«Hacia 1883 se produjo como una ruptura en mi obra. Había ido hasta el último extremo del impresionismo y llegaba a la constatación de que no sabía ni pintar ni dibujar. En una palabra, me hallaba en un callejón sin salida.»
Pierre-Auguste Renoir
El camino que elije Renoir para salir de este callejón sin salida es dar más importancia al dibujo preciso de los contornos de la formas, y «enfriar» su paleta, empleando colores menos vibrantes, y con una mayor severidad en el diseño de las formas.
Por fin, en el verano de 1885, Renoir parecía haberse encontrado a sí mismo, como anuncia en una carta a Durand-Ruel:
«He vuelto, para ya no dejarla más, a la antigua pintura dulce y ligera... No es nada nuevo, pero es una prolongación de los cuadros del siglo XVIII.»
Pierre-Auguste Renoir
Tema
Las grandes bañistasRenoir (1884-87)
En Las grandes bañistas, se muestra muy claramente esta evolución que aparecía incipiente en el Almuerzo de los remeros. Las figuras humanas, desnudas, tienen perfectamente definidos los contornos, que están claramente separados del entorno que les rodea (al contrario de lo que ocurría en el Baile del Moulin de la Galette, donde la suelta pincelada fundía colores de los personajes con su entorno).
Pincelada
Se usa una suave modulación tonal para dar volumen a las formas, con una clara inspiración en los viejos clásicos del Barroco que tanto admiraba Renoir. Esta obra tuvo un complejo proceso de elaboración, que se prolonga entre los años 1884 y 1887. Está inspirada en un bajorrelieve en plomo de François Girardon, las Ninfas bañandose, en una de las fuentes de los jardines del Palacio de Versalles.
Composición
Para la elaboración del cuadro Renoir hizo muchos estudios preparatorios que se conservan, y que desmienten el supuesto descuido de los impresionistas en lo referente al aspecto compositivo de sus obras.
Color
El colorido de la obra muestra un contraste entre los tonos fríos predominantes en el paisaje y los cálidos en los cuerpos de las bañistas. En lo que respecta al paisaje que sirve de fondo, Renoir combina el uso de azules y amarillos para obtener, en la observación a distancia, el verde, gracias a la mezcla óptica.
Las hijas de Catulle Mendes
Las hijas de Catulle MendesPierre-Auguste Renoir (1872)
En esta obra del final del periodo «ingresco» o «seco», se puede comprobar la maestría de Renoir para manejar el color.
Hace un uso del color basado en las armonías de complementarios. El azul del vestido de la jovencita sentada al piano, así como el lazo del pelo, contrasta con el color anaranjado de la coleta y el ocre fuerte del violín y del suelo.
Por otra parte, en el fondo, las cortinas muestran el contraste de otro par de colores complementarios: el verde y el rojo.
Esta elaborada elección de colores siguiendo armonías de complementarios es muy característica del estilo de Renoir
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