Desde principios de la década de 1890 hasta su muerte en 1919 Renoir sufre, progresivamente, de reumatismo. Aunque esta enfermedad le llegaría a afectar a los dedos, llegó a atar los pinceles a sus manos para poder seguir pintando.
Desde la entrada del siglo XX su carrera artística ya esta consolidada. En su etapa final, retorna a un equilibrio entre su etapa impresionista y la etapa de mayor cuidado del dibujo. El predominio de las tonalidades rojas en la pintura de cuerpos desnudos ha motivado que a esta etapa final se le denomine «etapa roja».
Acosado por la enfermedad, Renoir vuelca su interés por temas cercanos a él, como su familia, sirvienta, flores, e incluso sigue pintando bañistas, como las de este ejemplo.
En esta obra de 1918, con un Renoir postrado en silla de ruedas, el año antes de su muerte, el artista muestra que ha superado hace tiempo su etapa de predominio del dibujo. En este cuadro está claro que el protagonista es el color y la pincelada, que vuelven a liberarse de las ataduras del dibujo. Se utiliza la pincelada para esparcir toques de color que delimitan formas y dan volumen a los cuerpos desnudos y textura a los elementos vegetales.