La derrota de Napoleón cambió radicalmente la situación política europea. Las fronteras volvieron al momento anterior a la Revolución francesa, y las de España no sufrieron modificación alguna.
Los vencedores reunidos en Viena buscaron borrar todos los cambios revolucionarios y restaurar el Antiguo Régimen, sobre el ideario del legitimismo. Para mantener el absolutismo e impedir nuevos brotes liberales, se formó la Santa Alianza, un pacto entre las potencias vencedoras (excepto Inglaterra) que se reservaba el derecho de intervenir en los países donde corrieran peligro las monarquías tradicionales.
Así, la política llevada a cabo por Fernando VII de restaurar la monarquía absoluta estaba en línea con la que se practicaba en toda Europa (salvo en Inglaterra, por su tradición parlamentaria). De hecho, cuando en 1820 se inicie en España un régimen liberal, las potencias de la Santa Alianza y el propio Fernando conspirarán para volver al absolutismo.
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