La herencia hispana de Carlos II resultaba muy tentadora para las potencias europeas, especialmente sus posesiones americanas. Felipe V logró mantener el dominio de esos territorios, pero no pudo conservar el monopolio del comercio con las Indias, del que España tenía ya por entonces una participación muy pequeña.
El control sobre el Caribe se había perdido ya desde el XVII, ante la fuerza naval y comercial exhibida por los ingleses, principalmente. Y tuvieron que hacerse concesiones a Francia, Holanda o Inglaterra, según estipulaba el Tratado de Utrecht:
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