Las primeras colonias europeas en África fueron enclaves costeros donde se comerciaba con esclavos destinados a las plantaciones americanas y con materias primas para la industria metropolitana.
A lo largo del siglo XIX, grupos de exploradores, misioneros y cazadores se aventuraron en el interior del continente siguiendo el curso de los ríos, seguidos de compañías comerciales altamente lucrativas.
Ante las disputas que comenzaron a surgir y para garantizar la libertad de navegación, Bismarck convocó a las potencias coloniales a un congreso en Berlín (1885), que estableció, en función de los intereses europeos, un reparto de África que se mantuvo, no sin conflictos, hasta 1914.
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