No puede pretenderse, como en el pasado, un crecimiento económico sin control y pensado para crear riqueza a corto plazo. Esto significaría el agotamiento de los recursos y un deterioro ambiental que terminará siendo contraproducente y pondrá en peligro a la población.
El crecimiento sostenible es el nuevo paradigma económico que las naciones más eficientes pretenden extender a todo el mundo. Crecer menos, tal vez, pero de forma equilibrada y ecológica. Sin embargo, muchos países pobres o en desarrollo son incapaces de hacer frente a las trabas económicas que supondría explotar los recursos sin contaminar o ahorrando energía.
Como en el pasado, en la actualidad la forma de afrontar los problemas del crecimiento son la explotación de los más pobres, la depredación frente al medio y las guerras por la riqueza, el control de las fuentes de energía, el petróleo y las rutas de oleoductos y gaseoductos.
La novedad esperanzadora de este cambio de siglo son los acuerdos y la colaboración internacional para desarrollar políticas de ahorro energético, que eviten la contaminación terrestre y marina y el calentamiento de la atmósfera. Los acuerdos de Kyoto suponen un intento de autorregulación de los países para evitar catástrofes climáticas y ecológicas que se sabe están cerca si se continúa con la orientación económica actual.
Sin embargo, algunos países muy contaminantes, como Estados Unidos y China, han rehusado firmar estos acuerdos, y sin ellos será difícil que se llegue a tiempo para generar la solidaridad internacional suficiente que ataje un problema futuro pero cierto.
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